Esperar y ver es el lema del Banco Central Europeo (BCE), que aún siendo consciente de la amenaza de recesión que llevó a la Reserva Federal estadounidense (Fed) a recortar sus tasas, optó, de momento, por mantener sin cambios las suyas (4%) para evitar que los precios se disparen.
Los gobernadores del BCE están preocupados, y así lo hizo saber su presidente, Jean-Claude Trichet, tras la reunión mensual que mantuvieron el jueves en la localidad alemana de Francfort, sede de la institución.
«Las incertidumbres relativas a las perspectivas del crecimiento económico son inusitadamente elevadas», repitió Trichet hasta la saciedad en referencia al impacto de la crisis financiera en la eurozona.
Pese a la inquietud reinante, el BCE prefiere pecar de precaución a seguir a ciegas los pasos de su homólogo estadounidense y del Banco de Inglaterra (BoE), que el jueves recortó sus tipos de interés en un cuarto de punto porcentual, hasta el 5,25%, aduciendo un deterioro de las perspectivas de crecimiento mundial.
La decisión de mantener invariables las tasas fue unánime, ya que nadie habló de encarecer ni abaratar el precio del dinero, con lo que el BCE, bastante propenso en los dos últimos años a subir las tasas, parece haber girado hacia una política neutra.
Manteniendo su tasa de referencia en un 4%, el BCE estima estar «en condiciones de garantizar una estabilidad de los precios a medio plazo», dijo Trichet para explicar una decisión que el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima «apropiada por ahora».
El guardián del euro quiere contener los precios por miedo a que su alza se propague a los salarios por un efecto dominó que traería consigo una espiral inflacionaria.
Pero no duda que la crisis financiera vaya a perjudicar la economía de la zona euro, donde en el mejor de los casos el alza del Producto Interior Bruto (PIB) sería inferior al 2% este año.
Los gobernadores del BCE tomaron nota de las circunstancias surgidas en las últimas semanas.
Ante el temor a una recesión en Estados Unidos, los mercados bursátiles se derrumbaron y la Fed disminuyó en ocho días su principal tasa desde un 4,25% hasta el 3%.
La pérdida de confianza de los industriales y de los consumidores y el retroceso de las ventas al por menor en diciembre no auguran nada bueno para la eurozona.
Además el Viejo Continente acusará la prevista desaceleración del crecimiento mundial, sin que por el momento se sepa en qué proporción.
La mayor parte de los economistas prevé un recorte de los tipos de interés en el segundo trimestre, a partir de abril, cuando las señales de deterioro económico se hagan más notorias, relegando la preocupación por la inflación a un segundo plano.
Sobre esta cuestión, que mantiene ahora intrigados al mercado y a los expertos, Trichet evitó pronunciarse directamente aunque dejó entreabierta la puerta a una bajada de las tasas en el caso de que se considere oportuno.
El BCE reaccionará en función de los acontecimientos, adelantó, con lo que daba a entender que permanecen abiertos a la posibilidad de reducir los tipos de interés.
Si a nivel económico el BCE trata de no seguir automáticamente el ejemplo de Estados Unidos, en el ámbito político los planes estadounidenses tampoco seducen a los europeos, quienes se mantienen a cierta distancia o le llevan la contraria con diplomacia.
Los socios de Estados Unidos en el G7, que reagrupa a los siete países más industrializados del mundo (Estados Unidos, Japón, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia y Canadá) se reúnen hoy en Tokio sin la menor intención de secundarlo en sus pretensiones.
Washington quiere que los demás países estimulen su demanda interna con el fin de revitalizar la economía mundial, debilitada por las dificultades internas estadounidenses.
Pero todo apunta a que sus socios le recomendarán que solucione por su cuenta sus problemas domésticos, asumiendo su responsabilidad en la crisis financiera actual, y sea más cooperativo a la hora de frenar la caída del dólar frente al euro.
Así las cosas, solo queda esperar para ver.