El pasado mes de mayo publiqué un artículo nombrado “La irreverente propuesta electoral conservadoraâ€, y en él describía los fundamentos que apuntalan la proposición de Patricia de Arzú del Partido Unionista. También anticipé la posible reacción de los medios, de los intelectuales “progresistasâ€, de los “analistas†políticamente correctos y de todos aquellos a quienes les ardería la irrupción de una verdadera opción conservadora.
Y no me equivoqué, conforme avanza a su fase final el presente evento electoral, los ataques a las posiciones conservadoras sustentadas por Patricia de Arzú, se han multiplicado y se han vuelto más virulentos. Se han creado perfiles y fanpages en las redes sociales de ataque y difamación en contra de Arzú. Ante la falta de argumentación seria, los “analistas†tratan mediante la burla y socarronería, desacreditar, incluso deslegitimar, las posiciones conservadoras propuestas que se promueven y defienden. Se ha llegado al extremo de ignorar de manera premeditada, por parte de los medios, las actividades proselitistas de la candidata. Y si lo anterior no fuera suficiente, algunos medios y organizaciones sociales, quienes pagan y diseñan encuestas, para después publicarlas, han omitido su nombre y/o símbolo partidario en las boletas de encuesta, induciendo el resultado que se publica.
Hay otro fenómeno que le aplican los medios a la candidata del Partido Unionista, por supuesto no sólo a ella, pero en particular a ella, su omisión o no invitación a foros o debates que se organizan. Esta situación que ya se evidenció en las elecciones pasadas, sobre la decisión unilateral y discrecional de no invitar o convocar a todos los candidatos o binomios presidenciales, está acentuando la banalidad del proceso electoral. Se privilegia invitar a quienes más pagan publicidad y propaganda, y que por ello se encuentran en el “top of mindâ€. Acá se sobrepone el mercadeo político y politiquero, al debate de ideas.
Resulta contradictorio que se insista sobre la necesidad de debatir propuestas, que se critique la superficialidad de la campaña política, pero en un acto de discriminación, se margine de la participación a todos los candidatos legalmente inscritos.
Peor aún, ahora se invita y se permite a participar en foros y debates a quienes aspiran a ser candidatos o son precandidatos, a quienes las leyes les imponen restricción de participar o incluso les prohíbe participar en las elecciones, pero a quienes el Tribunal Supremo Electoral ya les reconoció, en ley, su condición de candidatos, se les discrimina y no se les permite intervenir en igualdad de condiciones.
No estoy de acuerdo con el criterio que se invita sólo a quienes “encabezan†las publicaciones de opinión o son “popularesâ€, porque entonces pronto veremos invitaciones a Fariñas, Marroquín, el Smiley o El Chamalé.
Nuestras autoridades electorales ya reconocieron 6 binomios presidenciales, y aunque no sean de nuestra simpatía, estos son quienes poseen las calidades y cualidades que la ley impone para participar en las elecciones. Quienes no han sido reconocidos e inscritos legalmente, o actuaron en fraude en ley para participar, no pueden ni deben ser tratados en igualdad con quienes sí cumplen o han cumplido con nuestras leyes. ¿O significa que hay una doble moral por parte de quienes promueven encuestas, foros o debates?
Retomando el tema del ataque a la verdadera propuesta conservadora, no dudo que la razón principal del mismo es porque Patricia de Arzú le está arrebatando a la izquierda, a los “progresistasâ€, a los “iluminados†lo que por mucho tiempo consideraron que era su dominio, ser la únicos que-quieren-cambiar-las-cosas, y se adentra a debatir allí donde los movimientos políticos se alimentan de ideas. No se trata de elucubrar sobre la verdad de las cosas, sino de hacerla triunfar: “Me esfuerzo en recuperar los principios y, como Demóstenes, suplico a mis conciudadanos que sean conscientes de la situaciónâ€.
De eso se trata: de despertar conciencias dormidas y/o acostumbradas a ir cediendo terreno a teorías disolventes sin tener nada con qué refutarlas ni con qué sustituirlas.
Hoy hay una propuesta conservadora políticamente irreverente, y aunque sea sujeta de ataques y sea sujeta de insidia, avanza y se consolida.