El Asesor Photoshop


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Nuestras elecciones –desde hace muchos años– podrí­an dar suficientes motivos para una novela, o al menos una colección de relatos, de tendencia cómica. Ya no deberí­a tardar en salir en escena “El benemérito pueblo de Villabuena” del dramaturgo guatemalteco Ví­ctor Hugo Cruz, en su adaptación de las Elecciones Generales 2011, ya que es una obra de teatro que no pierde vigencia, sobre todo porque seguimos siendo la misma sociedad inocente.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

 


Tengo la certeza que los candidatos –a pesar de todo– son también ingenuos. En primer lugar, alrededor de ellos se va formando una rosca que les llena la cabeza de posibilidades de ganar, cuando sus intenciones de voto en las encuestas ni siquiera superan el margen de error. Sin embargo, es conveniente para un largo listado de aspirantes a diputados, alcaldes y otros puestos, que algún candidato ingenuo les dé impulso a sus candidaturas. Así­, pues, la rosca estará el próximo año cómodamente en su curul, o como sí­ndicos municipales, mientras que el presidenciable se preguntará: “¿Qué pasó? ¿Por qué no gané? Si la victoria estaba asegurada, según mis asesores?”

En este paí­s surrealista (en su término exacto), las Elecciones son motivo para que un creciente grupo de “asesores” llenen sus arcas para los próximos cuatro años, mientras esperan los próximos comicios.

Estos “asesores” –nacionales y extranjeros– llegan con su currí­culum vitae lleno de experiencias pasadas. Algunos recién dicen que asesoraron, a algún candidato, en las Elecciones de Colombia o de Honduras, y quizá incluso participaron en el equipo de campaña en las últimas elecciones en Estados Unidos, ya sea con alguno de los dos presidenciables, o con algún senador, o, por lo menos, algún congresista estatal.

Pero estos “asesores”, que poco saben de propuestas, polí­ticas, realidad nacional y retórica, se dicen así­ sólo porque han aprendido unos cuantos trucos. Por ejemplo, uno que no falla, es el de fijarse en las debilidades del candidato oficial, para atacarlas, y atribuirle a su asesorado las cualidades contrarias.

Por ejemplo, es evidente que Arzú lleva varios perí­odos reelecto en la alcaldí­a, por lo que el asesor fácilmente sugerirá: “propongamos el cambio”. O, contra Colom, sugiere: “propongamos decisión contra la violencia”, o “enfoquémonos en la familia”, ante su divorcio. El asesor se cree un genio de proponer esto, cuando es evidente.

Los “asesores” son expertos en imagen, lastimosamente. Pero se topan de golpe con nuestros candidatos que, sin ánimo de ofender, precisamente no ganarí­an un concurso de belleza ni de simpatí­a. Sin embargo, los “asesores” se empeñan en que deben mejorar la imagen, pero entienden esto únicamente como la imagen visual. Y, ante la imposibilidad (por tiempo) de sugerir una cirugí­a plástica, se conforman en corregir esos “defectos fí­sicos” a través del Photoshop, y publicitar una imagen mejorada únicamente en los carteles propagandí­sticos.

Así­, nuestras candidatas y candidatos gordos, viejos, ojerosos, mal peinados, con manchas en la piel, con ojos rojos, pelones, canosos, etc., aparecen, de repente, en los anuncios photoshopeados, más jóvenes, más delgados, bien peinados, con la piel tersa, ojos claros, con pelo y sin arrugas.

El problema no es cómo se ven, sino el mensaje que están dando. Posteriormente, el Asesor Photoshop –quien se convertirá en un importante asesor pagado con fondos del Estado en caso gane su asesorado– sugerirá que, en vez de decir la verdad, se maquillen presupuestos del Estado, y que en vez de dar las cifras horribles de la desnutrición, pobreza y violencia, se “photoshopee” la realidad, y se ofrezca una realidad maquillada.

El sociólogo francés Jean Baudrillard (1929-2007) ya nos aleccionaba sobre los peligros de la Hiperrealidad, la cual nos crea una falsa conciencia de los problemas y nos impide separar la realidad de la fantasí­a.