Colorido, vibrante, alegre y sin límites, el arte pop de Romero Britto sorprende en lugares insospechados de Miami. Su última creación está a punto de extenderse por calles de toda la ciudad.
Se trata de parquímetros que el artista pintó con su particular estilo y que llevan su firma, y cuyas ranuras de monedas servirán para recaudar dinero destinado a personas que viven en la calle.
A otra escala, Britto se prepara para tener listo en unos tres años una de las mayores instalaciones de arte del mundo cuando termine de pintar un mural a lo largo de las paredes exteriores del monumental estadio de fútbol americano de los Miami Dolphins.
Para este artista de 46 años, sus pequeñas o grandes intervenciones urbanas son formas de agradecerle a la ciudad que lo sacó de los tiempos difíciles de su adolescencia en Brasil, y lo convirtió en pocos años en quien muchos conocen como «el artista feliz» que conquista al mundo.
«Pinto sensaciones, sentimientos universales», explicó Britto en una entrevista con la AFP.
En sus cuadros –una mezcla de cubismo y art-pop, con un trazo negro que contiene una explosión de colores–, no se descubre un lugar, no hay una escena de una ciudad identificable.
«Mi obra refleja una celebración de las cosas simples y buenas de la vida», afirma este brasileño, que tuvo una infancia caótica y problemática en su Recife natal donde recuerda a la pintura, desde los 8 años, como la única actividad que daba paz y un orden a su vida.
En Miami sus diseños aparecen estampados en remeras y posters. Y sus esculturas pueden servir para recibir a visitantes de un centro comercial o para decorar un parque de agua. Sin embargo, su obra hoy no tiene fronteras.
«Aunque muchos creen que soy sólo un artista de Miami, estoy viajando todo el tiempo y mi obra va por todo el mundo», señala Britto.
Sus trabajos están en galerías de puntos tan distantes como Tokio, Singapur o Sao Paolo. Y en museos de Brasil, Venezuela, Holanda, China, y recientemente en el Louvre de Paris.
«Mi arte es un puente que me ha llevado a muchos lugares», indica.
Para conmemorar el regreso de Tutankamon a Londres después de 35 años, el gobierno británico le encargó a Romero Britto la instalación de una pirámide de unos 15 metros de alto -que simulaba la pirámide egipcia de Giza- y que fue exhibida en el Hyde Park en 2008.
Aquel proyecto lo acercó al príncipe Carlos que lo invitó a un almuerzo con su esposa Camila Parker Bowles en su residencia y posteriormente a una cena de gala en el Buckingham Palace.
«Nunca imaginé que alguna vez iba a entrar en el Buckingham Palace», dice Romero.
En su estudio, en el distrito Wynwood de Miami, Britto afirma que aprendió a cruzar todo el tiempo de su hemisferio creativo al de empresario para responder a «las responsabilidades del éxito».
De esa manera, y con la ayuda de medio centenar de personas que trabajan en una estructura de producción artística que en 2008 logró ventas por unos 14 millones de dólares, Britto responde a una demanda global creciente por su firma.
La Copa del Mundo de fútbol en Sudáfrica en 2010 lo tendrá como artista oficial; retratos suyos de conductores de autos serán expuestos hasta el 25 de este mes en Singapur con motivo del Gran Premio de Fórmula Uno en ese país; y en los próximos meses, entre otros muchos puntos del globo, viajará a Qatar y a Emiratos Arabes por invitaciones de los reyes de esos países.
La simpleza de su arte multicolor ha logrado encantar además de monarcas, a figuras como Bill Clinton, Andre Aggasi, Ronaldo, Madonna y Arnold Schwarzenegger, quienes se cuentan entre sus fanes.
Aunque muchos críticos consideran sus trabajos extremadamente simples y argumentan que es reflejo de su falta de formación artística, Britto, un autodidacta, cree que lo que hace gusta porque tiene ingredientes de todas partes.
Y ensaya una definición: «Veo mi arte como una mezcla del carnaval de Brasil, con un poquito de la libertad de Estados Unidos, el espíritu de Asia, la velocidad de Rusia y algunas viejas tradiciones de Europa».