El arte de hablar entre los escritores


EDUardo-Blandon-2013

No a todos se nos da eso de hablar en público, pero no de todos quizá se espera esa habilidad en el arte. Pienso, por ejemplo, no en los políticos para quienes la retórica es fundamental y condición sine qua non para un triunfo electoral. Ni mucho menos considero las habilidades amatorias en el que el sermo nobilis trae promesas de éxito en cualquier proyecto amoroso.

Eduardo Blandón


Me detengo ahora en los escritores en los que uno esperaría que el uso de la pluma coincida con la facilidad de la lengua. Pero no siempre es así. Vamos al grano. Recientemente he participado en un ciclo de escritores hispanoamericanos promovidos por la Universidad Landívar en los que se han presentado entrevistas de diferentes escritores tales como Ernesto Sábato, Fernando Savater, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, entre otros.

El resultado ha sido interesante. Hay escritores impresionantes cuando se refiere al arte de la conversación. Uno de los más grades que he visto ha sido Alejo Carpentier. Su calidad estriba en su formación académica, manejo del idioma, capacidad de seducción, deseos de hacerse entender. Enorme, aun y cuando algunos critican su manera de hablar un tanto (o bastante) afrancesada.

Otro de los grandes, al menos de los vistos en el ciclo referido, ha sido Augusto Roa Bastos. El uruguayo sobresale (en las entrevistas) por la pasión con el que expone sus ideas, su deseo de precisión y preparación académica. No es histriónico ni demasiado extrovertido, pero tiene lo justo para demandar la atención del público. No pasa desapercibido.

Mención especial merece Ernesto Sábato. Sin duda el más grande humanista de los entrevistados hasta la fecha. Sabio, generoso, sensible, ingenioso, filósofo… se puede decir cualquier cosa buena del escritor argentino. Es una persona de mucha lectura para quien la literatura es la única que puede salvar al mundo. Las letras y las mujeres, según su enorme capacidad para referirse a ellas.

No todos han sido grandiosos. Algunos incluso han decepcionado (al menos a mí). Citemos por ejemplo a Julio Cortázar. Su modo de hablar, las ideas defendidas, no estuvieron mal, pero no llega a la espectacularidad de su literatura. Iguales cosas se pueden decir de Gabriel García Márquez. Demasiado llano para mi gusto. Huraño, a veces tímido, irónico… mejor leerlo. Nada se pierde el lector si no es testigo de una entrevista a ellos.

Finalmente, hay escritores en la medianía. Ni muy malos ni colosales. Pienso, por ejemplo, en Augusto Monterroso. El guatemalteco es ingenioso y un hueso duro si se intenta doblegar, pero no más allá. Le falta pasión en lo que expresa, permanentemente tímido y siempre breve. Lo mismo se puede decir de Álvaro Mutis, gran conversador, chispudo, pero poco profundo.

Uno quisiera, ya lo he dicho, la coincidencia entre el habilidoso de la pluma y el hombre que se presenta y habla en público, pero no siempre es así. Afortunadamente los escritores tienen quizá un solo imperativo: escribir bien. Lo demás podríamos indulgentemente pasarlo por alto.