El arte de elegir


Saber hacer una buena elección no es nada fácil. Seleccionar a un buen empleado, a un buen jugador o hasta a una mujer (o un hombre) para casarse es cuestión casi de fortuna, una bendición de los dioses. Uno no se explica cómo algunos, sin embargo, hacen tan bien las cosas en este campo. Pienso por ejemplo en los empresarios, en los polí­ticos y en los narcotraficantes que le atinan de mil maravillas al asunto.

Eduardo Blandón

Ojo con los empresarios. Tienen ojo de águila. Para las elecciones tienen un olfato tal para apostarle al ganador que hasta los galgos son animalitos torpes. Invierten por montón en este perí­odo, pero es un gasto que saben recuperarán al corto plazo. Comprenden que el momento eleccionario es un tiempo de gracia. Su capacidad de elección, sin embargo, no llega hasta aquí­. Ya ahora mismo van seleccionando las piezas que pondrán en el futuro en los distintos ministerios, secretarí­as, banco central, superintendencias? para no tener sorpresas en el futuro y manejar las cosas al propio antojo. Los empresarios son los mejores en este campo porque hacen las movidas con discreción y la mayor parte de la gente no se da por enterada.

Los polí­ticos son talentosos también a la hora de hacer el proceso de selección. Tienen un sexto sentido que les permite saber quién puede serles útil y provechoso. Suelen escoger entre tanta gente a los más dóciles, a los que saben escuchar e interpretar su propia voluntad. Los ambiciosos tienen posibilidades inmensas para ser parte del proceso de selección y, si se es generoso a la hora de compartir el botí­n, es un plus que sabe agradecer el polí­tico que escoge. La mala pata de los polí­ticos es que suelen actuar, quizá por la naturaleza de las cosas, a la luz del dí­a. Así­, los elegidos se dan un color meridiano, aparecen en fotos junto al padrino y suelen ellos mismos quienes revelan porqué el polí­tico es su padre putativo.

La capacidad de los narcos no se queda atrás. Aquí­ la escogencia es sabia también. Los bendecidos para formar parte del grupo selecto han sido escogidos porque il capo dei capi conoce la madera que necesita un ser entregado a tan peculiar tarea. El elegido debe jurar fidelidad (como no sucede en los casos anteriores) incondicional y hasta la muerte. Aquí­ hay un pacto firmado con sangre, una fidelidad (que ya quisiera Dios) hasta el infinito y más allá. Como pago a tan ferviente entrega, el jefe del cártel jura también nunca abandonar a sus súbditos. Así­, aunque preso, él y su familia pueden gozar de la bendición del jefe hasta donde se pueda.

Atinarle a la hora de seleccionar gente no es fácil. Si lo fuera, Jesús mismo no habrí­a escogido a Judas y la Iglesia no aceptarí­a a algunos pedófilos. Pero está visto que las cosas son complicadas. Si no, mire cómo le va al fútbol nacional. Todo porque estamos en la calle de la amargura a la hora de hacer una buena selección. Y más aún, mire cómo está el paí­s: todo porque nuestro olfato polí­tico no sólo está mal, sino grave.