El Arca de Berlí­n


Indefensos. Pese a que la niñez es la población más vulnerable, alrededor del mundo hay pocos programas para su defensa. (AFP / La Hora)

Son las tres de la tarde y la cocina del Arca cierra sus puertas, pero René Lehmann y los cuatro niños que lo acompañan alcanzan todaví­a a tomar la única comida caliente del dí­a, en este refugio berlinés contra la miseria dedicado a la infancia.


De 42 años, René Lehmann vive separado de su esposa con menos de 600 euros (852 dólares) por mes: 375 euros (532,5 dólares) de subsidio por desocupación y «un trabajo ocasional de jardinero» con el que gana «1,50 euros (2,13 dólares) la hora».

Solamente en el Arca puede compartir «una verdadera comida en familia con los niños», de 7 y 13 años, porque es gratuita.

En Alemania, uno de cada siete niños vive por debajo del nivel de pobreza (entre 10% y 17% de los 15 millones de menores de 18 años, según los diferentes criterios de cálculo), una cuota demasiado elevada para un paí­s industrializado.

La situación se ha degradado fuertemente en el último decenio, debido al desempleo de larga duración y al debilitamiento de las estructuras sociales en favor de la infancia.

«El abismo se acrecienta entre los niños más acomodados y los más pobres», constata el portavoz de Unicef-Alemania, Rudi Tarneden.

«Alemania ve a los niños como un lastre», afirma. «En algunas ciudades hay un niño por cada tres automóviles, lo que dice mucho sobre las prioridades» en este paí­s.

Hoy, 2,6 millones de niños viven en familias que dependen de la ayuda social y 1,5 millones en hogares con al menos cuatro personas reciben menos de 1.600 euros (2.272 dólares) netos al mes, es decir la mitad del ingreso promedio alemán. Berlí­n se ve particularmente afectado por esta situación.

Las colas en la cantina del Arca se forman diariamente a partir de la una de la tarde y cada año son más largas. La asociación, fundada en 1995 por el pastor evangélico Bernd Siggelkow, tiene su sede en una antigua escuela de la extinta República Democrática Alemana en el distrito berlinés oriental de Hellersdorf, un barrio desheredado en el que la quinta parte los adultos está desempleada y un tercio de las madres son solteras.

«Hacia fin de mes, cuando escasea del dinero, se sirven 400 comidas por dí­a. Se ve llegar a familias enteras», explica el cocinero Peter Thiel.

Bajo el delfí­n azul y el cangrejo rojo que pintado sobre una de las paredes, varios niños almuerzan a las tres y media de la tarde, y una joven madre termina de dar de comer a su hija de dos años, con la que se ha venido en metro atravesando toda la ciudad.

«Lo que se ve aquí­ es la pobreza 100% alemana, no hay hijos de inmigrantes», subraya Ulla Niehoff-Bí¼scher, asistente del pastor.

Bernd Siggelkow, de 43 años, acaba de publicar un libro: «Los hijos olvidados de Alemania», en el que habla de su iniciativa financiada por donaciones, y que se ha extendido también a Hamburgo (norte) y Múnich (sur).

«Alemania no tiene ningún concepto para luchar contra la pobreza» y la canciller Angela Merkel no ha atendido «la pobreza infantil», deplorada recientemente por este pastor y padre de seis niños.

El vice-canciller Franz Mí¼ntefering pregonó la comida gratuita en guarderí­as y escuelas el pasado jueves, dí­a de la mundial de la infancia, pero «Â¡yo hace tres años que la vengo reclamando!», afirmó el pastor, que aboga asimismo por la gratuidad de los materiales escolares y el transporte.

A los niños de entre uno y 18 años que recibe, el Arca les ofrece ayuda para hacer los deberes, un taller de dibujo, computadoras, salas de deportes, de música, de descanso y de espectáculos. La asociación organiza también fiestas infantiles y dona vestimentas.