El apestoso momento en que vivimos


Algo apesta en el ambiente y por ahora ese olor no proviene del basurero de la zona 3. El asesinato de los diputados salvadoreños y su chofer pone de manifiesto que la institución policial es un adefesio, no funciona y habrí­a que hacerla de nuevo. No habrí­a que dejar ni un solo santo parado, tendrí­an que irse desde el más humilde servidor público hasta el más alto en jerarquí­a. Ya se probó -por si acaso se tiene todaví­a esa peregrina idea- el tema del reciclaje y, como pudo verse, la cosa no funcionó.

Eduardo Blandón

Los guatemaltecos estamos gastando nuestros impuestos para mantener a una institución que no sirve, es cancerosa y más bien es un atentado público. Es cierto que no hay que generalizar y entre todos puede que haya algunos elementos buenos, héroes y valientes, pero, ateniéndose a los resultados, la cosa se ve podrida, mal oliente y digna sólo del fuego de la hoguera.

Pero no sólo la policí­a deberí­a cambiar, sino también nuestra mentalidad troglodita que reclama sangre. Porque, siendo sinceros, a muchos ciudadanos les encanta el tema de ver muertos a mareros, ladrones o narcotraficantes. «Son basura humana», dicen. «Un desecho que no merecen el respeto de sus vidas». Y no se vaya a creer que esas ideas prehistóricas vienen sólo del bajo mundo, de gente ignorante y con poca educación. No es cierto, también hay periodistas que reclaman sangre y quieren venganza.

«Es que la situación no se aguanta», dicen algunos. «La población está harta de tantas muertes». Es cierto, pero el camino de la revancha y las ejecuciones extrajudiciales no parece ser el remedio. Muchos, incluso, se sienten molestos con el Procurador de los Derechos Humanos porque dicen que sólo se dedica a «defender mareros y ladrones», pero, la verdad, es que la idea de un personaje de ese nivel es el de proteger la dignidad humana y que no se abuse de las personas en nombre de la justicia. Una personalidad así­ siempre es importante dada la amplia tradición de quienes ejercen el poder de ofender, rebajar y humillar a los seres humanos.

Lo que apesta, hay que decirlo, es la sospecha de la participación de cuadros de alto nivel en la utilización de la policí­a para cometer actos fuera de la ley. Todo esto, me imagino, apoyados por un cierto consenso público de que hay que aplicar «mano dura», como anuncia la propaganda de un partido. Esto es peligroso porque significa que aún y cuando se estructure una nueva policí­a las cosas no cambiarí­an mucho dada las perversas convicciones de una generalidad de personas. Lo que significarí­a que no el mal no está afuera, sino adentro y que habrí­a que cambiar primero de mentalidad antes de hacer cualquier cosa.

Mientras no exista un cambio en nuestra manera de razonar y prefiramos la violencia como respuesta a la violencia las cosas no cambiarán mucho, no nos hagamos ilusiones. Urge, más que «mano dura», sensatez intelectual y aprecio por la dignidad de la persona humana, lo demás es discurso de chafas, mentalidad guerrera y, obviamente, la mejor evidencia de que se tiene pocas ideas en el cerebro.