Sin duda alguna lo que marcó este año para los guatemaltecos fue la violencia que se ensañó en miles de hogares que perdieron a algún ser querido en los últimos doce meses por el desborde de la criminalidad en el país. Nada, ni siquiera la crisis económica que a lo largo del año se manifestó con el alza del petróleo, primero, y con la recesión mundial, posteriormente, compite con la violencia en cuanto al impacto en la sociedad. Baste decir que ni siquiera las burlas a la justicia, tan relacionadas con el tema que tratamos, llega a disputar en importancia su ubicación a la hora de hacer un listado de los acontecimientos del 2008 que se va.
De hecho el problema ya venía de atrás porque durante varios gobiernos se fue acumulando el deterioro de las instituciones encargadas de actuar en este tema, especialmente la Policía Nacional Civil carcomida hasta los huesos por el cáncer de la corrupción.
Tanto era ya el problema que marcó el tono de la última campaña presidencial y los dos contendientes que al final abordaron con mejor propuesta el tema fueron los finalistas. La población escogió con buen juicio que la violencia se combate mejor con inteligencia que no con mano dura, pero el resultado ha sido catastrófico porque la inteligencia no se ha visto por ningún lado. El argumento de que encontraron las cosas peor de lo que habían imaginado no vale, porque se supone que cuando hicieron su propuesta electoral en materia de seguridad tenían que haber sabido a la perfección lo que encontrarían.
El caso es que Guatemala vivió uno de sus peores años a lo largo del que hoy termina porque no hubo capacidad institucional de articular acciones concretas en materia de seguridad ciudadana y ello le significa al pueblo un altísimo costo en vidas humanas por el tema de la violencia. Al cumplirse el 25% de su mandato, el presidente Colom tiene que estar absolutamente comprometido a hacer algo en esta materia porque es sin duda alguna lo más importante y urgente de su mandato. No se puede postergar más la toma de decisiones efectivas, porque cada día que pasa el crimen organizado asienta su señorío sobre instituciones nacionales y se apodera, literalmente, de extensiones del territorio que no será fácil recuperar.
Con todo y la importancia y urgencia de la cohesión social, hay que entender que si no podemos garantizar la seguridad, la vida misma, a los habitantes de la República, todo lo demás sale sobrando porque el deber esencial, irrenunciable y absolutamente exigible que tiene el Estado es el de proveer a los habitantes de la Republica de la elemental seguridad que hoy no tenemos.