El animalero en Piedra Santa


La editorial Piedra Santa publicó el año pasado una recopilación de los poemas de Humberto Ak»abal, poeta de Totonicapán, en su colección Mar de Tinta, en donde recopila literatura centroamericana representativa.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

El poemario tiene la particularidad de ser bilingí¼e, inglés-español. Anteriormente, se habí­an publicado antologí­as de poemas en ediciones bilingí¼es k»iche»-español. Con la edición de Piedra Santa, me imagino, se busca darle mayor proyección a estos poemas.

El traductor al inglés fue Julia Consuelo Brans. En las anteriores ediciones, fue el propio Ak»abal quien hizo sus traducciones. í‰l es hablante k»iche», sin embargo, optó por escribir primero en español, por ser la lengua de mayor proyección en Guatemala; después los tradujo o los reescribió en k»iche».

El titulo del poemario es «El animalero-The Animal Gathering», desde donde se observa esta intención de la traducción.

Los poemas de Ak»abal, hay que decirlo, son de estructura simple. No presentan mayores retos estructurales o estéticos. Sin embargo, si se analiza desde esa perspectiva, caerí­amos en un grueso error. La complejidad la medimos desde un punto de vista occidental, ya que la literatura tradicional lleva milenios de estarse superando, por lo que se evalúa los cambios de una literatura con relación a su antecesora.

En el caso de Ak»abal, él se convirtió en uno de los primeros poetas indí­genas de Guatemala que logró publicar en el siglo XX. Durante siglos, la literatura indí­gena contemporánea estuvo vedada, para dar paso exclusivamente a la literatura tradicional, escrita por criollos o, si mucho, por mestizos.

Es por ello, que desde los textos fundacionales, como el Popol Vuh y el Memorial de Sololá, no se habí­a publicado nada de raí­ces indí­genas. Es decir, los poetas indí­genas de finales de siglo XX, debieron recrear o reinventar sus caracterí­sticas literarias, ya que por siglos no habí­an podido desarrollar sus letras.

He de decir, también, que tal parece que aún no se ha terminado de constituir eso que podrí­amos llamar literatura indí­gena, sobre todo por su poca difusión y porque aún es incipiente el movimiento. De cualquier forma, ya se empezó y por buen camino.

Es por eso que los poemas de Ak»abal los tenemos que leer desde una óptica de novedad. «El animalero», básicamente, recrea el mundo animal y natural del occidente indí­gena del paí­s. Es por ello que la estructura se parece al haikai, en donde el tí­tulo enuncia el objeto por ser descrito en clave poética, como en «Zopilote»: «Zopilote: / cajón de muerto, / tumba volante; / solo te falta cargar un epitafio.» (p. 15)

Ak»abal recrea ese mundo que no ha sido descrito durante años, al menos no a través de ojos indí­genas. Por eso, el paso debe ser lento, porque prácticamente se reinicia. Claro que se tienen los antecedentes precolombinos-coloniales de los indí­genas, de donde se pueden extraer algunas similitudes, como el gusto por la repetición ceremonial de las palabras, que se explica fácilmente al reconocer que las lenguas indí­genas utilizan formas ceremoniales para hablar, con muchas repeticiones, que son utilizadas como elementos sonoros dentro de la poesí­a indí­gena.

Es importante también empezar a formular las onomatopeyas propias del idioma. Las onomatopeyas son palabras que pretenden emular un sonido, tal como en español nos referimos al kikirikí­ del gallo, o al tictac del reloj.

Con el avance de los idiomas indí­genas, también deben recuperarse las onomatopeyas, ya que éstas son elementos culturales muy ricos. En Ak»abal, encontramos algunas como el «wit wit wit…/pik»ok» pik»ok» pik»ok»» (p. 33) que son los sonidos que hacen los chi»w, palabra k»iche» que significa «pollito». Con ello, se hacen diferencias con el español, ya que se separa fonéticamente del lacónico «pí­o pí­o pí­o» que le otorgamos a la crí­a de la gallina.

Con la irrupción de Ak»abal en la literatura, en los inicios de los noventa, el mundo europeo y estadounidense empezó a ver otra forma de concebir la literatura, y a encontrar nuevos mundos dentro de los mundos que ya se conocí­an.

Es por ello que la importancia de la literatura indí­gena de Guatemala, y sobre todo de Ak»abal por ser su pionero, es que ofrece una nueva forma de hacer literatura. Claro, que si analizamos los poemas, no nos dirán grandes ideas filosóficas o encontraremos retos textuales y estéticos, pero sí­ encontramos a alguien que intenta explicar de nuevo un mundo que se hallaba perdido y destruido por la guerra interna.