Carlos René García Escobar
(Grabadora y filmadora en on, el camarógrafo y el reportero se apuestan frente a mí y éste me interroga.)
Pregunta: ¿Qué nos puede decir sobre la novela El ángel de la retaguardia?
(Lo miro con sonrisa de idiota y le respondo.)
Respuesta: Que es una novela no tan compleja como alguien ha dicho, ya que se presenta en cinco planos sobrepuestos, tal como una novela escultórica que Roberto* y yo leíamos por allá por 1980 que se llama Entre «Marx y una mujer desnuda» del ecuatoriano Enrique Adoum. Una vez Roberto me dijo que debíamos escribir una novela como ésa y allí está, él la hizo. Años después yo no la quería leer para no caer influenciado por lo que adivinaba que era una fuerza narrativa inevitable en mi propia creación narrativa. La leí hasta después que publiqué lo que considero son mis productos novelísticos personales. Al cabo del tiempo encuentro similitudes en nuestras novelas, de algún modo escultóricas en el estilo, la estructura y el contenido.
P.: ¿Cómo así «escultórica»?
R.: Pues es la unión entre el arte de la escultura con el arte de la literatura, lo que creíamos imposible. Se trata de distintos planos narrativos sobrepuestos, como ya dije, en donde no hay ilación alguna más que la de darse cuenta uno que todas las narraciones son las propias del autor y de nadie más aunque se las llene de apócopes y de citas de variados textos y personajes. Todo esto enriquece la novela de Roberto porque se nos presenta de todos modos como un narrador omnisciente y ubicuo que en todo momento le perpetra al lector distintos lenguajes, desde el más filosófico y reflexivo hasta el más popular y en ocasiones soez. Una novela que pretende ser antinovela según sus propósitos en ella delatados como literarios o antiliterarios.
P.: ¿Qué le impresiona de esta novela o antinovela?
R.: Su desfachatez en presentar el asunto de la guerra interna como un camino de opción inevitable. Fue lo que nos ocurrió a los jóvenes de nuestra misma generación. Estos asuntos los conversábamos con Roberto al calor de nuestra bohemia y quites de goma de los años 78, 79 y 80. Cuando leí la novela me di cuenta de que toda me la había contado en aquellas memorables borracheras que compartíamos con otros compañeros militantes del NM, una subcélula de la ORPA. El capítulo que más me gustó fue el del guerrillero que es finalmente acribillado en la azotea de la Panadería Las Victorias frente al parque Gómez Carrillo. Otro que me gustó fue el del final, cuando Otto René Castillo se junta en el infinito con Luis Turcios Lima para convertirse en los guerrilleros míticos de nuestra historia.
P.: Háblenos de los «planos narrativos»
R.: Pues creo que los mejores son los de un personaje femenino anónimo que para mí simboliza la literatura guatemalteca con todo y sus bellezas y achaques. También está el de la condesa italiana que en mi opinión, simboliza la literatura universal occidental, con todo y sus achaques de anciana ridícula. Me acuerdo que Roberto me hablaba de dicha condesa con actitudes de asombro sobre todo cuando recordaba que se comía los pajaritos que se topaban en su ventana y caían semivivos. En aquellos años yo dudaba que fuera esto cierto pero allí está plasmado en la novela como toda una anécdota realista. Está el otro plano que cumple la función de la relación sexual narrada con atisbos de crudeza, el de la argentina que viaja con el narrador a algún puerto en el Adríático. Y por supuesto, el que desempeña el argumento nodal de la novela que es el viaje en tren a suiza de tres personajes chapines, en donde se sucede toda la discusión que al autor le interesa plantearle al lector en relación con aquellos años de la guerra interna, uno de ellos la necesidad histórica de involucrar a los indígenas a la lucha armada. Por todos esos detalles en los planos narrativos dichos, ya antes platicados entre nosotros, creo que es una novela autobiográfica en la mejor de las expresiones.
P.: ¿Qué opina de El ángel de la retaguardia en el contexto de la literatura guatemalteca?
R.: Pues que es una novela que refleja las inquietudes literarias juveniles y en formación de nuestra generación de escritores a la que pertenecemos, la de los años finales de los setenta e iniciales de los ochenta. Es la generación a la que correspondemos los que ya nos vamos acercando a los 60 años de edad. Entre todos hemos contribuido a la literatura nacional con un buen paquete novelístico que ya hace historia. «El ángel de la retaguardia» es quizá la que refleja mejor nuestras inquietudes juveniles de rebeldía política con honestidad y que además le rinde el debido culto a nuestros mitos revolucionarios que consideramos más conspicuos: Luis Turcios Lima, Otto René Castillo y Roberto Obregón.
(La lucecita roja de la filmadora se apaga y ambos, camarógrafo y reportero, filmadora y grabadora en off me agradecen apretándome la mano y se retiran pensativos…)
* Se refiere a la novela «El ángel de la retaguardia» del escritor guatemalteco Mario Roberto Morales, Premio Nacional de Literatura 2007.