Dejemos de lado por hoy la política y hablemos del amor. Llego temprano a mi oficina, me instalo en mi computadora, me asomo a la ventana y ya encuentro jóvenes que se aman, besan y dicen palabras tiernas. Ellos no lo saben, mis vidrios son oscuros, imposibles de ver, pero soy testigo invisible de un sentimiento, a menudo naciente, raras veces repetido.
El amor está de moda, no se ha inventado súbitamente en el rincón aburrido de mi trabajo. Leo los diarios y descubro que Paul McCartney recién se ha casado por tercera vez. Una vez más, el genio díscolo de los Beatles continúa siendo víctima de la pasión más profundamente humana: el amor. ¿No aprendió de su último divorcio? No, no aprendió y esto que acabó pagándole a Heather Mills, 24.3 millones de libras –casi 31 millones de euros– dicen los diarios, para separarse de la vampiresa.
Todos buscamos el amor y reincidimos las veces que sea para conseguir una caricia, un abrazo, un beso. No cejamos jamás en el intento. No importa que tengamos 85 años, como la ilusionada Duquesa de Alba que, frente a su galán, Alfonso Díez, de 60 años, ha caído rendida y renunciado a todos los bienes del mundo (incluso al amor de sus hijos) para comerse esa fruta apetitosa encarnada en un hombre.
Frente al amor no hay coraza posible y, ya sea mediante la concreción a través del simple juntarse para vivir juntos, amancebados y en estado fornicatorio, como dirían los más rancios catecismos, o por la vía de la sagrada unión, el hecho es que nada detiene el impulso de amarse. Esa persistencia ha quedado manifiesta recientemente en España donde muchas parejas homosexuales están urgidas por unir sus vidas antes que el Estado se los impida.
La noticia apareció ayer en Le Monde y más o menos dice que “a menos de dos meses de las elecciones legislativas del 20 de noviembre, España conoce ‘una ola de matrimonio entre personas del mismo sexo’, según el presidente de la Federación española de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, Antonio Poveda. ‘Este año, el número de matrimonios gays ha aumentado fuertemente y muchos vienen con nosotros a recibir consejos para avanzar la fecha de su unión’â€.
El caso es que tienen prisa los homosexuales españoles porque temen que el gobierno próximo de Mariano Rajoy del Partido Popular les quite la posibilidad de unión matrimonial que ahora permite el Estado. Entonces, hay urgencia por casarse, celebrar la unión y vivir juntos como Dios manda o ellos lo desean. ¿A qué se debe esta explosión amorosa? ¿Por qué sigue estando de moda el amor?
No tengo respuesta segura, pero puedo arriesgarme a dar un diagnóstico. En un mundo apresurado y plano, aburrido y monótono, el amor ofrece una coloratura fantástica como forma de bienestar diferente. Nos arriesgamos en el amor porque es un espacio de felicidad, aunque sea momentáneo que nos protege y nos pone seguros del mundo enfermo en el que vivimos.
Que la sociedad nos enferma no es un secreto y en esto contribuyen mucho nuestros políticos (y más ahora con sus campañas). La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que las enfermedades más frecuentes que padecemos son: ansiedad (14%), insomnio (7%), depresión mayor (6.9%), problemas somatológicos (6.3%), problemas de atención con hiperactividad (5% especialmente entre los jóvenes), dependencia del alcohol y otras drogas (4%) y demencia (1% entre las personas con edades de 60 a 65 años, 30% entre las personas con edad de 85 años y más).
Dígame usted, si somos un mundo mentalmente enfermo, qué mejor que refugiarnos en el amor. Por eso es que, tras la ventana de la maquila en que trabajo, escondido en mi oficina, envidio tanto a los muchachos que generosamente se besan y se prometen amor eterno, que no me ha quedado otra que escribir este artículo.