El altivo Estado de Los Altos (II)


Luis Fernández Molina

Eran esos tiempos difí­ciles, la Federación se desgranaba y se enfrentaban los centralistas contra los federalistas y por otro lado los caciques militares. La situación polí­tico social en Centroamérica era muy confusa y convulsionada. Como expresión de la lucha entre los liberales y conservadores, estos últimos difundieron el rumor de que los quezaltecos lo que realmente querí­an era anexarse a la federación mexicana, patraña que la historia misma comprobó que era falsa ya que desde el principio, y hasta el dí­a de hoy, los quetzaltecos han tenido una manifiesta vocación centroamericanista (y por el contrario se especulaba en ese entonces que el territorio de Soconusco, querí­a desmembrarse de Chiapas para anexarse a la federación centroamericana). Pero lamentablemente en el mismo año en que nació el Estado de Los Altos empezó la desintegración regional. Nicaragua fue el primer estado en proclamar su autonomí­a en abril de 1838, posteriormente el Congreso Federal dio libertad a los seis estados para que se organizaren como estimaren conveniente; en octubre Honduras declaró su separación y en noviembre Costa Rica; Guatemala lo hizo el año siguiente y una de sus primeras acciones fue «recuperar» el territorio que recién se habí­a separado. Para ese efecto el gobernante Rafael Carrera (el «Caudillo Adorado de los Pueblos»), envió un ejército a someter a los quetzaltecos en lo que estos últimos recuerdan como la «invasión del Estado de Los Altos». El general Agustí­n Guzmán, jefe de las Tropas Altenses, fue derrotado e1 25 de enero de 1840 en las alturas de Panajachel y Carrera ocupó Quetzaltenango, el dí­a 27, redujo a prisión al jefe de gobierno del nuevo estado, Marcelo Molina y a los miembros de su Gobierno y declaró reincorporado aquel Estado al de Guatemala. El 2 de abril de ese año es una fecha que no se borra de la memoria de los quetzaltecos ya que, por orden de Carrera, fueron fusilados todos los miembros de la Municipalidad de Quetzaltenango, a quienes se considera «Los Mártires del Sexto Estado» en cuyo honor se erigió un monumento en el parque central.
Mientras esto sucedí­a en occidente, el general Francisco Morazán, hondureño y liberal, reiniciaba la guerra en contra del gobierno de Guatemala, con el objeto de derrotar a los conservadores (mas inclinados a la autonomí­a) y restablecer la Federación. Invadió Guatemala y por el camino de Fraijanes se aproximó a la Capital, de la que se apoderó y salvajemente saqueó, el 18 de marzo de 1840. Por decirlo así­ Rafael Carrera tení­a dos frentes, uno en Occidente con el objeto de restituir el Estado de Los Altos y otro en Oriente para oponerse a Morazán que a su vez querí­a reincorporar al estado guatemalteco a la Federación. Finalmente Carrera contraatacó en la misma ciudad de Guatemala y Morazán rompió el sitio en la madrugada del 19 de marzo y se dirigió a El Salvador. Una vez controlado el «frente oriental» Carrera ordenó que formalmente se restableciera el Sexto Estado al de Guatemala lo que se hizo por medio de Decreto de la Asamblea Constituyente el 13 de agosto de 1840. Sin embargo, 4 años después hubo revueltas y en 1848 hubo una nueva declaración de independencia. Cuando temporalmente Carrera dejó la Presidencia en manos de Juan Antonio Martí­nez se volvió a proclamar el estado de Los Altos con el respaldo militar del Brigadier Serapio Cruz quien fue vencido en la batalla de Patzún el 14 de julio de 1848 y luego el coronel Mariano Paredes venció a los Altenses en el combate de San Andrés el 21 de octubre de 1848. Rafael Carrera fue claro opositor a los intentos de una nueva unión centroamericana, y el 21 de marzo de 1847 emitió el Decreto por medio del cual fundó formalmente la República de Guatemala como nación independiente. Post Data: En reconocimiento y respeto a la memoria histórica cito los nombres de los referidos Mártires del Sexo Estado: Eulogio Quezada, Romualdo Briones, Cesáreo Arango, Leandro Arango, Silvestre González, Roberto Molina, Manuel Pivaral, José Ignacio Fernández, Zacarí­as Martí­nez, Pedro Meoño, Benito Escobar, Felipe Hernández, Félix López, Marcelo Pacheco, José Marí­a Alvarado, José Ignacio Paz, entre otros. Ellos no dudaron en ofrendar su vida por el ideal de su patria. (Continúa)