El afortunado infortunio de Emil Bustamante


No es un oxí­moron el tí­tulo que encabeza a estas breves lí­neas. El 13 de febrero de 1982, Emil Bustamante, veterinario y egresado también de la Escuela Centroamericana de Sociologí­a en Costa Rica, sufrió el peor de los infortunios. Fue capturado en un retén colocado en la entrada de Fraijanes y de esta manera engrosó la lista de 45 mil desaparecidos que provocó en Guatemala el terrorismo de estado practicado por los distintos gobiernos entre 1960 y 1996. Todaví­a fue visto en marzo de ese mismo año en las instalaciones del Cuartel General de Matamoros, ya estando en el poder Efraí­n Rí­os Montt. Esto quiere decir que su secuestro fue realizado por delincuentes al servicio de la dictadura de Romeo Lucas Garcí­a y su martirio fue concluido por la encabezada por Rí­os Montt. Como sobreviviente de los escuadrones de la muerte al servicio del Estado guatemalteco (en mi caso el Ejército Secreto Anticomunista), como autor de un libro sobre el tema de la desaparición forzada, y finalmente como hijo de mis padres asesinados el 6 de junio de 1980, puedo decir que antes que la ejecución extrajudicial, se encuentra la desaparición forzada como máximo peldaño del sufrimiento humano. El desaparecido o desaparecida vive un infierno temporal, aquel que dura mientras se le somete a los más extremos vejámenes fí­sicos y morales. Pero su martirio termina cuando llega la muerte liberadora, cuando el cuerpo no resiste más las torturas, cuando finalmente los asesinos al servicio del Estado deciden terminar con el asesinato los sufrimientos de la ví­ctima.

Carlos Figueroa Ibarra

Pero el infierno de los familiares se convierte en un sufrimiento sin fin. El duelo se prolongará hasta el final de sus dí­as. Algunos familiares deciden tratar de olvidar, otros incluso hasta esconden el hecho de contar con un pariente ví­ctima de la desaparición forzada. Pero la mayorí­a, no pierde la esperanza de que algún dí­a el desaparecido o desaparecida volverá, o por lo menos se encontrarán sus restos y entonces el duelo finalmente terminará. La mayorí­a de los desaparecidos se han vuelto solamente una estadí­stica, han perdido sus rostros y sus nombres, y aquellos que ni siquiera son evocados por los familiares debido a la inercia del terror, son desaparecidos que vuelven a desaparecer. No es este el caso de Fernando Garcí­a para poner un ejemplo. Tampoco lo es el de Emil Bustamante debido a la tenacidad y valentí­a de su hermana, Marylena Bustamante. Hoy Marylena, logró con la solidaridad del GAM y otros defensores de los derechos humanos, que la Corte Suprema de Justicia concediera el 28 de julio de los corrientes, una audiencia en el salón de vistas de dicha instancia judicial. La Corte decidió otorgar un mando especial a la PDH para investigar el caso de Emil, además no le quita la facultad a la fiscalí­a de derechos humanos del MP para que siga indagando sobre el paradero de Emil. Así­, la lucha por la Verdad, la Memoria y la Justicia continúan y la figura de Emil se convierte en un estandarte que reivindica a los miles de desaparecidos sin rostro que existen en Guatemala.

Por ello pienso que Emil terminó su vida infortunadamente. Pero también creo que su memoria es afortunada. Su rostro barbado y rubicundo permanece y permanecerá joven por siempre, lo tenemos en las pupilas. Su hermana Marylena se ha encargado de eso. Y también de convertirlo en ariete en contra de la impunidad y del olvido.