¡El Adviento es un tiempo maravilloso de espera, es como la renovación de la verde esperanza y el calor de la luz que llena los corazones de amor y humildad! Es el tiempo propicio para un oportuno crecimiento espiritual que nos disponga a recibir el regalo del Creador: la conmemoración del nacimiento de El Redentor de la Humanidad. Adventum, es el tiempo litúrgico de preparación para la Navidad.
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No existe tiempo más propicio, que el tiempo de la Navidad, para vivir con la mayor intensidad la mágica sensibilidad del ser humano, como un ser capaz de reconocerse y reflejarse para poder apreciarse y trascender en sus relaciones interpersonales, especialmente en el seno del hogar y la familia y en el círculo social. La Navidad es la lumbre del amor y la amistad, que a pesar de las frías noches del último mes del año, es capaz de derretir la dureza, la indiferencia y el egoísmo que corroe el corazón de aquellas personas que viven solo para sí mismas, y muchas veces ni para ellas mismas, puesto que se privan del privilegio de sentirse solidarias con su familia, amigos y con sus hermanos los prójimos. ¡Qué triste es vivir amargados, apartados, egoístas, con falso orgullo y vanidad, pensando que no tienen culpa de la pobreza, la marginación y la desdicha de los demás.
Pero, hablando de poesía, deseo compartirles los versos del poema ¡Diciembre!, publicado en mi libro “Versos del espíritu consciente”, de la Editorial José de Pineda Ibarra, CENALTEX 1996, del Ministerio de Educación: “Mes risueño, entre amor y amistad,/ conciencia que ha pasado un año más,/ sentimientos de servicio y fraternidad,/ fuego de hermandad que nos une a Dios.// Diciembre es la lumbre que hace fogatas,/ es el Sol y la Luna de la esperanza/ es el principio y el fin del peregrinaje,/ la noche de la estrella del mensaje.// Cómo quisieramos volver hasta enero/ para empezar de nuevo el viaje,/ pero enero se perdió como la vida.// Aprovechemos el tiempo que nos queda,/ porque diciembre es el último mes/ y el final puede venir sin decir adiós”. Este poema forma parte de una colección de doce poemas dedicados a cada mes del año.
Como dice el poema, diciembre debe ser alegre y muy sentimental, porque cuando llega sabemos que no hay duda que ha pasado un año más. Pero, ¿cuánto hemos hecho por servir y por amar, cuánto hicimos por tocar el cielo, buscando a Dios? Por eso, en diciembre todos deberíamos prender nuestro corazón con la luz de la fe, la esperanza y también de la caridad. Pensar, que somos peregrinos que nunca se detendrán, que seguimos un camino con final, por el mensaje de la Nochebuena con la estrella de Jesús. Meditemos, que en cada Navidad hemos dejado un trecho importante de nuestra vida. Así, el año empieza en enero y finaliza en diciembre, la vida comienza con el alumbramiento en el parto y termina con la muerte del cuerpo, mas no del alma. No desperdiciemos el tiempo valioso de la vida, no sea que la parca nos agarre desprevenidos y con las alforjas vacías.
Pero, también existe una: Feliz Navidad en la eternidad, para que nuestros seres queridos, amigos y compañeros con quienes compartimos parte de nuestra vida, sean recordados con cariño, admiración y respeto. Como un merecido reconocimiento al lugar que ocuparon en nuestros sentimientos, oramos por ellos con algunos versos del poema que dediqué a mi hijo Dérick Stuardo López Alvarado, que también aparece en el libro antes citado: Feliz Navidad en la Eternidad. “Gracias Señor, Nuestro Dios,/ por el rosario de amor/ que pusiste en nuestros corazones,/ por la lucecita de colores/ que pusiste en nuestros recuerdos,/ por los bellos sentimientos/ que nos convierten en una flor.// Gracias Señor, Padre Nuestro/ que estás en la Tierra,/ porque bajas del cielo/ en cada Navidad./ Es tiempo de meditar,/ de pensar en trascender,/ de subir al cielo y ser estrellas,/ de tener Navidad de soles,/ para tocar la eternidad”.
¡Qué hermosa Navidad!/ de inmortales alabanzas,/ de rostros familiares,/ de comunión con el Creador/ y reencuentros interminables/ con nuestros seres queridos,/ compañeros, prójimos y amigos.// Hermanos, parientes y amigos/ que nos antecedieron en el viaje a los cielos,/ reciban el recuerdo de nuestras oraciones/ y en esta especial oportunidad: ¡Feliz Navidad en la Eterrnidad!