El aciago martes de marzo


El recién pasado 24 pudo ser un dí­a en el que (como ya es habitual) predominaran las noticias sobre la muerte violenta de choferes y ayudantes de autobuses del servicio urbano y rutas cortas y sobre el aparecimiento de cadáveres de jóvenes ví­ctimas de la limpieza social o de vendettas reales o supuestas. Sin embargo, la información periodí­stica refiere lo sucedido como una jornada de terror, pánico, confusión, desconcierto y alarma.

Ricardo Rosales Román
rosalesroman.cgs@gmail.com

Todo comenzó a eso de las seis de la mañana cuando en un autobús urbano murió baleado Fabián Pixtún, un obrero de la construcción de 85 años de edad que se dirigí­a a sus labores. Y, lo inaudito, ese mismo dí­a fue herido por «una bala perdida», Anthony Josué, un recién nacido de apenas dos meses, y que 24 horas después morirí­a en el centro hospitalario a donde fue llevado de emergencia. El miércoles 25, en horas de la mañana, era secuestrada la esposa del Procurador de los Derechos Humanos. Fue liberada luego de 12 horas de cautiverio con señales de torturas. Sufrió vejaciones y malos tratos.

Lo anterior, resume a lo que se ha llegado a casi 15 meses de gobierno de los financistas de la Unidad Nacional de la Esperanza, UNE. Las acciones criminales del 24 y sus secuelas ponen en entredicho la capacidad de las autoridades para prevenirlas y enfrentarlas y capturar y consignar a los responsables (intelectuales y materiales) a los tribunales. Son, además, evidencia alarmante de anarquismo e intentos por propiciar un desenlace a favor de reagrupamientos y grupos de interés que verí­an con buenos ojos un retorno al pasado.

Todo hace pensar que la discusión acerca de si se está ante un Estado fallido o un Estado fracasado o ante una crisis de gobernabilidad agravada o de desestabilización inducida, ha sido rebasada por los hechos. Se está -para decirlo sin ambages- ante el peligro real de la anarquización del paí­s, por un lado y, por el otro, de la fascistización de las instituciones.

Dicho en otros términos, la discusión ya no alcanza a abarcar ni resuelve la incontrolada situación a que se ha orillado al paí­s. Los acontecimientos se están dando con más celeridad que el esfuerzo de interpretación y explicación de lo que en realidad está pasando.

Analistas polí­ticos y cientí­ficos sociales, en su mayorí­a, se dejan atrapar por la coyuntura. Entre tanto, los acontecimientos rebasan sus opiniones. Además, en mucho de lo que se opina prevalece esa castrante forma de ver la realidad como se quisiera que fuera o se dice entender y no como es e interpretarla y explicar objetivamente.

A manera de guión y por razones de espacio, no es posible abarcar en su complejidad y alcances las por ahora 12 cuestiones que -en mi opinión- podrí­an permitir aproximarse a una explicación e interpretación objetiva de lo que en realidad está pasando. Me limito a enumerarlas.

Estas son: 1) Estado y correlación de fuerzas en Centro América: un nuevo mapa polí­tico que despunta; 2) el eslabón más débil en el área; 3) alternabilidad gubernamental: secuencia de una crisis institucional no resuelta: 4) del debilitamiento institucional del Estado a la fascistización de las instituciones; 5) ingobernabilidad y desestabilización: las dos puntas de la tenaza; 6) desinformación y distracción informativa.

7) Elites económicas y poder polí­tico: sus contradicciones no antagónicas sin solventar; 8) causas, manifestaciones y efectos de la descomposición social, la corrupción e impunidad, la delincuencia organizada, el narcotráfico, los zetas, las maras y el Smiley; 9) seguridad ciudadana y economí­a: el fracaso de un gobierno débil; 10) estallidos sociales y golpe de Estado o el culto a la espontaneidad y el voluntarismo y a la desesperación y los galones; 11) el peligro principal en el momento actual; y, 12) alternativa real al continuismo pro oligárquico y neocolonizador, la globalización, el neoliberalismo y la debacle económica mundial.

No incurro en exageración alguna si digo que en las direcciones de los partidos institucionalizados no se tiene ni idea de cómo entrarle al tratamiento y solución integral de lo arriba enumerado. Por su parte, quienes se dice que gobiernan, no han dado una sola muestra confiable de estar en condiciones de lidiar con semejante problemática y, menos, en capacidad de entrarle a fondo a su solución. Objetivamente, ni siquiera están en posibilidades de paliarla.

En cuanto a las acomodadas expresiones de la izquierda guatemalteca, van a ser las más sorprendidas por el desenlace que pudiera tener la situación. A lo más que pueden llegar es a pronunciarse ante hechos consumados marginándose aún más de la lucha por las transformaciones de fondo que Guatemala necesita y que urge y demanda de la más amplia unidad, participación, organización, movilización e identificación y pertenencia a un proyecto democrático, progresista, popular y social y cuyas bases y fundamentación están en el contenido sustantivo e integral de los Acuerdos de Paz.