Irreverente y provocador, son dos de las definiciones que podrían pintar en un cuadro decente la obra literaria del escritor Javier Payeras (1); él no tiene tapujos en admitirlo, se ha afanado en la búsqueda de sentencias, mismas que no en pocas ocasiones le permiten ser lapidario al servir sus argumentos de lupa ante acontecimientos cotidianos.
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Así es como al desnudar la pasividad de muchos de sus paisanos uno de sus ensayos denuncia que «Es muy guatemalteco quedarse en suspenso y en silencio esperando la caída del otro,» trágica radiografía de un pueblo que no canta. En ocasiones su agudeza se alza contra blancos poderosos revelándolos como «típica burguesía guatemalteca ignorante, vulgar, sin talento ni criterio, sin nada más que sus costumbres coloniales y provincianas».
Sentencias que recordé en un encuentro casual con el escritor, ocasión que sirvió para proponerle una entrevista, ésta que a continuación se presenta, la cual sirve, a su vez, de pretexto para recordar los diez años que Payeras lleva dedicándose de forma simultánea a la literatura y el trabajo ocasional que en la última década va de profesor de educación media, publicista, periodista o promotor cultural.
El punto de encuentro fue en una cafetería del Centro Histórico, justo cuando la tarde está marchándose; llegó media hora después de lo acordado, protegiendo bajo su brazo «La universidad desconocida», libro de Roberto Bolaño, después de una disculpa que no hacía falta y ya con el café servido la entrevista inicio con una auto pregunta.
¿En que punto del camino estoy?
Javier Payeras: Creo que en la actualidad estoy empezando a escribir; de alguna forma he tenido cierta honestidad intelectual que me ha permitido que los libros publicados no sean del todo deleznables; Pero es ahora cuando tengo una forma de ver las cosas y la escritura en un contexto más claro, con el tiempo vas descubriendo cuáles son tus temas.
Elmer Telón: ¿Y cuáles son esos temas?
J.P.: El que más me ha movido dentro de lo que he escrito es cómo la sensibilidad humana y la capacidad de crear cosas, buscan imponerse ante la circunstancias más adversas; es decir, cómo a pesar del país en que nacés, de la familia, la condición social, la violencia, la pobreza y los problemas individuales, la forma poética de ver el mundo trata de imponerse ante esas dificultades.
E.T.: ¿Cuán adversa es la vida de un escritor en «una sociedad llena de faltas ortográficas»?
J.P.: (Se ríe, reconoce que el texto entrecomillado es de su autoría) Me gusta encontrar ese tipo de metáforas, aunque a veces sin tenerla muy claras. Pero, ¿cómo podés definir una sociedad llena de faltas ortográficas? Es decir, ¿llena de errores?, ¿una sociedad poco limpia?, ¿sin rumbo?, ¿con un sentido abigarrado?, ¿improvisado?, ¿torpe?, ¡eso es! la guatemalteca es una sociedad torpe.
E.T.: ¿Te adversa vivir en una sociedad torpe?
J.P.: No, no lo es, ya que soy parte de esa torpeza; más bien creo que me da herramientas para experimentar y escribir sobre temas que en otras partes del mundo serían inexplicables e insólitas. Ejemplo de ello, la forma tan metafórica de hablar y el humor negro, ese humor violento que nos hace reír a los guatemaltecos.
E.T.: ¿Recordás haber escrito que celebrás la falta de piedad?
J.P.: Sí.
E.T.: Viviendo en una sociedad tan despiadada, ¿por qué celebrar la falta de ésta?
J.P.: Porque el escritor suele ser muy hipócrita; hay libros políticamente correctos tratando de guiar a las masas hacia la lucidez, no hay ningún tipo de censura moral sobre el tema. Además, esa aseveración está formulada en un ensayo del libro «American Psycho», de Bret Easton Ellis, quien es un escritor descarado, sucio y mal intencionado, rompe las reglas, hace una buena novela, y es un best seller, el cual es una apología a la crueldad, únicamente que Pat Bateman, su personaje principal, un individuo adicto a cazar gente, tiene en apariencia todas las características «admirables» de esa sociedad que lo ha creado.
E.T.: En el contexto nacional, la sociedad guatemalteca está inmersa en la violencia y en la «caza de gente» ¿Qué visión tenés al respecto?
J.P.: Se está descubriendo que la gente más adaptada al sistema es la gente más enferma, aunque sin ser una generalidad, esa población «exitosa» son quienes navegan por las páginas más oscuras de la Internet, por ejemplo. Lo más torcido que puede existir en la actualidad es la normalidad, y esto es resultado de habitar en una sociedad absurda. Las normas bajo las que nos educamos y vivimos son absurdas, eso es precisamente lo que libros como «Ruido de Fondo» (2) trata de plantear.
E.T.: En el caso de tu último libro, «Lecturas Menores» (3), el prologuista señala que muchos de los escritores citados «están marcados por el pesimismo, la frialdad, la desilusión, lo escabroso»; más adelante agrega «cabe decir que varios de ellos terminaron suicidándose hastiados de la vida»
J.P.: (Se ríe, y luego de una pausa contesta) Pues, sí (sigue riéndose). La intención de escribir un librito como éste, es introducir nuevos nombres y puntos de referencia, acercar la distancia del lector que por lo regular lee obras de 20 o 30 años atrás. Los suplementos culturales van dos tres pasos atrás de lo que está sucediendo.
E.T.: ¿Cuáles son las características de la literatura abordada en «Lecturas Menores»?
J.P.: Una literatura seca, directa, con un humor interesante y crítica, sin tratar de hacer demasiados juegos con el lenguaje, y es que las narrativas también cambian. Los jóvenes lectores del futuro están siendo educandos por un modelo muy veloz de imágenes y procesos mentales; lo que antes eran ideas demasiados complejas, ahora van reducidas a un par de minutos, y en mi opinión la riqueza de los textos no te la da el volumen; los grandes escritores son escritores para lectores, en esta época necesitamos libros llave, porque la lectura se ha alejado de la gente.
E.T.: ¿No es la gente la que se ha alejado?
J.P.: Sí, pero influida por las condiciones sociales y educativas que van restándole tiempo a la lectura; ahora todo está orientado a lo tecnológico. Un libro llave es el que logra sacudir a las personas y es eso lo que necesitamos.
E.T.: ¿Tiene el escritor que preocuparse por tener un público y gustar?
J.P.: No entiendo qué sentido tiene talar árboles para no tener ningún lector; por lo regular el escritor que dice que escribe para él y que le importa poco si lo entienden; es una especie de narcisismo con una gran dosis de miedo al fracaso y desconfianza a su propio talento.
E.T.: ¿Tenés apego por los escritores trágicos?
J.P.: Me gusta la rudeza, esa forma de plantear realidades tremenda mente humanas; soy un fanático de Albert Camus, que es padre de muchos autores que han hecho una literatura ruda, creando personajes que viven y pelean en realidades tan complejas que llegan a superarlos.
E.T.: Ante la afirmación, «me gusta la rudeza», citemos el caso de las tragedias de la modernidad, ¿qué tiene esa rudeza y tragedia que te seduce?
J.P.: En «Factotum», Charles Bukowski narra la vida de un empleado mal pagado laborando en una maquila, quien por tener problemas con la bebida lo terminan echando; ese humanismo me gusta. Si yo quisiera hacerme famoso, escribiría un libro sobre W. Bush, pero, ¿qué es más importante? Escribir sobre un presidente de Estados Unidos o sobre el transporte urbano guatemalteco y los casos de asesinatos que se dan en ese servicio, o cómo la gente vive en esta ciudad hacinada, o cómo viven los ricos de nuestro país; son las críticas de tu tiempo, de las cuales los lectores pueden aprender mucho.
E.T.: Vos escribiste que «vivir en Guatemala requiere rigor y metafísica»
J.P.: Como te dije con anterioridad, ésas son sólo sentencias, que no lo pretenden ser; pero en cuanto a la cita, quiere decir que en este país se necesita rigor para atravesar una calle, para caminar en la noche, para subirte al trasporte urbano, tenés que estar muy vivo, si no te lleva la chingada; vos no podés estar dentro viviendo un mundo abstracto, aquí se necesita un rigor vital, astucia, malicia. Y metafísica, porque de alguna forma se necesita una visión para soportar la vida en un ambiente tan absurdo.
E.T.: En el mismo contexto recuerdo que uno de tus personajes asevera que no quiere morir en Guatemala, ¿sabés dónde querés vivir o morir?
J.P.: Ronald Flores tiene una línea que dice «Guatemala no existe, Guatemala es un estado mental,» si vos falleces en ese estado mental, estás perdido, lo que te hace resistir quizá es la esperanzador aunada con la otra alternativa, escapar.
E.T.: ¿Hay lugar a dónde escapar?
J.P.: No. (Guarda silencio) Es el sueño lo que te alienta o te alimenta; es el sueño de escape, como los personajes kafquianos encerrado siempre en el sueño de escapar, todos quieren escapar.
1 Javier Payeras es un escritor guatemalteco, nacido en 1974. Ha publicado poemarios, compilación de cuentos, novelas breves y ensayos. Actualmente, realiza labores culturales, y es columnista de Siglo XXI.
2 Payeras, Javier. «Ruido de fondo» Segunda edición. Guatemala: Piedra Santa, 2006. Novela breve sobre la visión de un poeta en la ciudad de Guatemala (nota del editor).
3 Payeras, Javier «Lecturas menores». Guatemala: Cultura, 2008. Ensayos, reseñas y anotaciones en torno a obras literarias y escritores.