El abstencionismo



El fantasma de un alto abstencionismo en las elecciones del próximo domingo crece conforme nos aproximamos a la fecha porque la gente empieza a manifestar su poco interés por la participación electoral luego de una campaña en la que, hasta en el final, han prevalecido los insultos y ataques entre los contendientes más que la propuesta de soluciones para los problemas diarios del guatemalteco. Se dice que el feriado de mañana será un factor más para alentar el abstencionismo por el puente que harán muchos, pero la verdad es que si existiera interés y hubiera motivación de los candidatos, con o sin puente los ciudadanos acudirí­an a las urnas.

El problema del sistema democrático es que tiene que demostrarle a la población que su voto tiene algún sentido, que con el mismo se está enviando un mandato a los electos y que quien gobierna al paí­s lo hace para cumplir con ese mandato y con las instrucciones que, al emitir el sufragio, el ciudadano transmite. Eso, desgraciadamente, no ha ocurrido ni una sola vez desde que Guatemala volvió al sistema de elecciones libres y en las que el cómputo de los votos ha sido razonablemente respetado.

Porque en el fondo los guatemaltecos nos hemos dado cuenta que lo que hacemos cada cuatro años es emitir un cheque en blanco para que el electo sienta que es una especie de emperador que puede hacer micos y pericos (o dejar de hacerlos) porque no tiene en absoluto más compromiso que con los financistas. Las campañas han sido siempre vací­as y por lo tanto no generan un claro mandato, pero en esta ocasión se rompió todo precedente porque nunca habí­amos tenido una contienda con menos propuesta y con tanto insulto, con tanta bajeza y hasta con tanta violencia.

Por ello no nos debe sorprender que haya posibilidad de que el abstencionismo supere el cincuenta por ciento y se convierta en el gran ganador de estos comicios. Lo que nos debe preocupar es que si ello ocurre, nuestro sistema estará dando las primeras muestras de su agoní­a y lo que podemos presenciar ahora son los estertores de un modelo que se ha ido suicidando lentamente a base de engaños, de mentiras, de corrupción y de traiciones a la voluntad popular que generan desengaño y frustración.

Cada vez es más notorio que los lemas de campaña son para agarrar incautos porque así­ como nunca ganamos todos, tampoco debemos alentar esperanza ni creer que la mano dura resuelve los males de una sociedad hambrienta de justicia. En fin, si hay abstención no culpemos al puente del feriado de mañana, sino a la decepción que causa la ausencia de seriedad entre nuestros dirigentes polí­ticos.