El abogado en la literatura guatemalteca II


Ren-Arturo-Villegas-Lara

En los textos de Filosofía del Derecho hay referencias a la relación entre arte y derecho. En principio da la impresión de que no hay boda entre estas dos expresiones del hacer cultural. Radbruch nos transcribe dos versos de poetas alemanes que, teniendo relación con la jurisprudencia, gritaron su angustia ante nuestra ciencia. Uno dice:

René Arturo Villegas Lara


“Cuando hube de estudiar Derecho,
                contrariando los deseos de mi corazón…”

El otro agrega:
  “cuando me acuerdo de ti ¡Oh Derecho romano!
            Es como si tuviera una montaña sobre mi corazón,
            Como si hubiera tragado una piedra de molino,
            Como si un clavo atravesase mi cabeza”.

    A pesar de esos versos, Augusto Monterroso confiesa cuánto le ha servido para su labor de escritor el haber leído textos de Derecho romano.  Sin embargo, agrega el filósofo alemán,  “…hay, en cambio, poetas que se muestran bien avenidos con la jurisprudencia y hasta amigos de ella.  Así, por ejemplo, Hoffmann vivió una doble vida, repartida entre el mundo de la fantasía poética y el de la seca jurisprudencia, donde el gran novelista supo hacer frente, con entereza de carácter, a difíciles problemas políticos”.

     “Si nos preguntamos, ahora, qué es lo que puede explicar esta frecuente aversión de los poetas y, en general, de los artistas hacia la ciencia jurídica, encontraremos como causa, tal vez, la llamada  objetividad jurídica, es decir la tendencia del jurista a abstraerse precisamente de los rasgos esencialmente humanos.  El Derecho, por ejemplo, conoce del matrimonio, pero ignora el amor; nos habla de créditos y deudas, pero no de amistad”.

     Aunque el panorama que pinta Radbruch podría ser deprimente y cierto en considerable porcentaje, hay un ingrediente romántico en el mundo de la juridicidad, que alienta y pervive en el ánimo de muchos abogados.  “Si hay conflicto entre el derecho y la justicia, debes estar de lado de la justicia”, dice un mandamiento de nuestra profesión; ¿Y qué más puede insuflar optimismo frente a la vida que el deseo de justicia en su esencial significado? Sólo ese valor justificaría el hecho de que en el gremio de abogados haya toda una constelación de hombres cultivadores del arte en sus variadas expresiones.  Hemos tenido y tenemos pintores consagrados: el malogrado Jaime Valencia, Salvador Saravia, Alberto Reyes García, Fredy Vásquez, Blanca de López; tenemos músicos y compositores como Valentín del Valle Góngora, Rafael Sánchez, Marco Tulio Molina hijo; y por allí, cámara al hombro, Mario Permouth es ya un verdadero artista de la fotografía, lo que es importante señalar, aunque esta sucinta intervención se concreta al campo de la literatura.