El abandono policial


Por mandato de los Acuerdos de Paz, la antigua Policí­a Nacional tan implicada en las violaciones de los derechos humanos, tení­a que sustituirse por una Policí­a Nacional Civil en la que se diera enorme importancia a la carrera policial y la preparación académica de los nuevos agentes. Con esa mentalidad, y para no dejar al paí­s sin fuerza pública en tanto se preparaban los nuevos agentes, se procedió a reciclar a los que estaban mediante cursos para enfatizar el tema de los derechos humanos.


Sin embargo, desde el gobierno de Alfonso Portillo se abandonó la intención de profesionalizar a la PNC, entregando los mandos a personal ajeno a la institución y hubo notable descuido en la inversión para la Academia. Al llegar a la Presidencia í“scar Berger el abandono fue aún mayor, llevando a la Dirección a amiguetes que se dedicaron a jugar de Rambos en vez de preparar conscientemente a los agentes y de atender las necesidades reales del servicio mediante el impulso a la formación policial.

Pero hay que decir que transcurrido ya un año de funciones del gobierno del ingeniero ílvaro Colom, todaví­a no se ha logrado enderezar el rumbo, en lo que influyó mucho la muerte del doctor Vinicio Gómez, primer ministro de Gobernación del régimen actual, y la posterior sustitución de Francisco Jiménez como parte del desgaste provocado por los í­ndices de criminalidad.

El caso es que no podemos seguir perdiendo tiempo porque mientras nosotros nos encaminamos al desgaste y hasta la destrucción de nuestra fuerza policial, no sólo por su bajo número de agentes sino que especialmente por las evidentes vinculaciones de varios de ellos con grupos criminales, los delincuentes han sofisticado sus procedimientos, aprenden tácticas para evadir la acción policial y, cuando casi por casualidad son capturados, tienen la asesorí­a legal necesaria para librarse de las sindicaciones en su contra.

Apostar a la formación policial es una obligación. No puede ser que el crecimiento de la Policí­a Municipal de Tránsito sea tan evidente, mientras que la necesaria Policí­a Nacional Civil no logra alcanzar siquiera números aceptables de agentes. No es que la cantidad nos resuelva el problema, pero si apostamos por calidad y cantidad, con gente preparada para tareas preventivas y de investigación, podemos revertir la tendencia en materia de seguridad ciudadana.

Hace falta voluntad polí­tica y, sobre todo, continuidad de planes y programas porque muchas veces la coyuntura impide que se avance en reformas estructurales. La tentación de orientar los recursos a incrementar el número de agentes a como dé lugar puede darnos problemas muy graves para el futuro por la escasa idoneidad de los que se gradúan. Por ello el trabajo de formar agentes debe emprenderse con la mayor seriedad.