El abandonao que no engrasó su carreta


Hoy se  cumple el centenario del nacimiento de Atahualpa Yupanqui.

Hoy, el célebre cantautor y folclorista argentino Atahualpa Yupanqui cumplirí­a cien años de nacido. í‰l es el más importante músico argentino, quien inició la huella para que otros latinoamericanos continuaran su legado: Mercedes Sosa, Los Chalchaleros, Horacio Guarany, Jorge Cafrune, Alfredo Zitarrosa, José Larralde, Ví­ctor Jara, íngel Parra y Marie Laforíªt, entre muchos otros.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Su nombre original era Héctor Roberto Chavero Aramburo, hijo de un descendiente quechua y su madre vasca.

Creció en la pura pampa; uno de sus textos, El canto del viento, expresan su amor más profundo al campo: «mientras a lo largo de los campos se extendí­a la sombra del crepúsculo, las guitarras de la pampa comenzaban su antigua brujerí­a, tejiendo una red de emociones y recuerdos con asuntos inolvidables. Eran estilos de serenos compases, de un claro y nostálgico discurso, en el que cabí­an todas las palabras que inspirara la llanura infinita, su trebolar, su monte, el solitario ombú, el galope de los potros, las cosas del amor ausente. Eran milongas pausadas, en el tono de do mayor o mi menor, modos utilizados por los paisanos para decir las cosas objetivas, para narrar con tono lí­rico los sucesos de la pampa. El canto era la única voz en la penumbra. Así­, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tení­a «su» estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba».

Aun cuando fue escritor y estudioso del folclor, es más recordado como músico, de donde no se le puede separar de su guitarra. Intentó con el violí­n, del cual fracasó, pero su puro amor fue la guitarra.

Nuevamente, en «El canto del viento», comenta sobre su instrumento musical: «Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrí­stica pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos»

Desde joven empezó a firmar sus poemas como Atahualpa Yupanqui. Su conocimiento de la cultura quechua le hizo componer este nombre, que significa, etimológicamente, «el que viene de lejanas tierras para contar algo».

Los ejes de mi carreta


Porque no engraso los ejes

me llaman abandona»o.

Si a mi me gusta que suenen

pa»qué los quiero engrasa»os

Es demasiado aburrido

seguir y seguir la huella

andar y andar los caminos

sin nada que me entretenga.

No necesito silencio

yo no tengo en quién pensar.

Tení­a, pero hace tiempo

aura ya no tengo más.

Los ejes de mi carreta

Nunca los voy a engrasar

Atahualpa Yupanqui