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Ejercer periodismo ha sido uno de los más grandes privilegios que Dios, la Santísima Virgen, mi familia y la vida me han permitido. Gracias a esta hermosa profesión he tenido la oportunidad de experimentar situaciones que nunca hubiera imaginado. Pese a las dificultades y los desafíos que representa, todo lo compensa este noble oficio. Por medio de él podemos tener contacto con la materia más delicada del mundo, el ser humano, además se puede palpar la miseria pero también el éxito.
Estar en La Hora significa para mí una gran oportunidad, los meses que llevo de laborar en este diario me han permitido crecer profesional y personalmente. Aunque la mayoría de coberturas realizadas han estado marcadas por el dolor y la injusticia, a causa de la violencia que impera en nuestro país, tengo la esperanza de que este panorama cambiará, que nuestra Guatemala dejará de ser vista como un lugar violento, territorio de narcotraficantes, país de niños huérfanos y de viudas que lloran a sus esposos. Guatemala es más que eso, es una tierra sagrada, donde hay gente digna, trabajadora y buena.
Aunque muchas veces no he podido evitar el signo del dolor en mis letras, o la frustración ante la anarquía que actualmente vivimos, mi aporte será el compromiso por la lucha y la búsqueda de una sociedad tolerante, respetuosa, llena de armonía y paz.
Desde este espacio aprovecho para agradecer a todas las personas que me han acompañado en mi formación estudiantil y laboral, especialmente a los licenciados Rogelio Hernández, Melvin de León, Carlana Imeri, Haroldo Sánchez, Erick Salazar, Ileana Alamilla, Luis Ovalle y actualmente al señor Oscar Clemente Marroquín, quien me ha dado la oportunidad de laborar en su vespertino y me forma como periodista.
Gracias a usted, lector; sus sugerencias y críticas son muy importantes para el desempeño de mi labor. Si en algún momento he fallado, humildemente ofrezco una disculpa, me comprometo a mejorar mi trabajo. Recuerde, los medios de comunicación están para servir a la población.