Durante los últimos meses y aprovechando la indignante situación que se vive en el Congreso, donde únicamente legislan y se ponen de acuerdo si hay situaciones que para los diputados significan dinero o puntos políticos, el Presidente de la República ha tratado de centrar las miradas y el desprestigio en el Congreso, al punto que ayer ordenó a sus ministros no acudir más a citaciones.
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Hay que reconocer que el Congreso es un mercado que responde a los mejores postores y donde, salvo en contadas excepciones, la función legislativa se ha convertido en una forma de llevar una vida que garantiza “poder y dinero”. Para entenderlo, tenemos que estar claros que la razón por la que eso sucede es porque casi en su totalidad, las casillas se llenan de personas que aportan dinero o van a defender los intereses de quienes se los aportan y estando ahí hacen su agosto desempeñando el papel de agentes de negocios.
No es secreto para nadie que en la actualidad el pago por voto, el Listado Geográfico de Obras y el tráfico de influencias que ejercen los diputados para incidir en el otorgamiento de contratos, se han convertido en una fuente importante de recursos. Viendo esa realidad, políticamente Otto Pérez ha tratado de trasladar el desgaste de la clase política al Congreso.
No obstante, a pesar de la viveza del Presidente, no le será tan fácil salirse con la suya porque tan dañino para la institucionalidad es el Congreso como el Ejecutivo; además, aunque Pérez no es el único responsable, sí se ha convertido en cómplice e incluso perfeccionador de dos aspectos que hacen que el Congreso sea un circo: la forma en la que se otorgan las casillas en campaña (incluidas las del PP) y el pago por votos que en el presente mandato, también ha ocurrido.
Lo primero radica en la forma en que los modelos de financiamiento de las campañas se aplican por igual para las presidenciables que para las de diputados. El listado nacional, generalmente se llena con quienes han decidido los financistas y para probar eso, Pedro Muadi y muchos otros del PP son un perfecto ejemplo. El Presidente no podrá negar que el candidato a diputado además de pagar por la casilla, termina sufragando los gastos de su distrito y las visitas que el presidenciable hace a dicho departamento.
Lo que cobran los diputados por aprobar las leyes y que sale incluso del Ejecutivo según algunos diputados que no guardan secretos, es exactamente lo mismo a las mordidas que cobran los ministros por el otorgamiento de contratos, realización de pagos y/o licencias estatales, de las que además siempre reciben su tajada los altos mandos, en sus cuentas del extranjero.
Entonces políticamente ha sido hábil el Presidente para tirarle toda la porquería al Congreso, pero la realidad es que tan malo es el funcionamiento actual del Legislativo como lo es el del Ejecutivo para el país. Así como “Los Padres de la Patria” tienen estancado el Congreso causándole grave perjuicio a Guatemala, los miembros del Ejecutivo se dedican solo a invertir en lo que les genera negocio, en donde hay mordida y en lo que piden los financistas, pero tanto unos como otros, les dan la espalda a las necesidades de la gente.
Esto nos evidencia un problema grande del modelo del sistema de elección política en Guatemala, porque primero nos muestra que quien paga los mariachis pide las canciones y por ello es que siempre se escucha lo que los financistas (sean diputados o no) quieren bailar y segundo, que esta pistocracia se ha visto fortalecida por nuestra indiferencia ciudadana que en lugar de usar las estructuras políticas como una plataforma para hacernos escuchar, ha delegado todo en esa desprestigiada clase.
Si el Presidente nos quiere hablar con la verdad, mejor haría en decirnos que debemos cambiar el sistema de financiamiento de los partidos políticos, que debemos luchar para hacer de la certeza del castigo una realidad y dejar de tirarle el muerto a unos políticos que son tan malos y nocivos como el Ejecutivo para el país, y que terminan siendo iguales porque ambos recurren y aceptan las mañas de un financiamiento político que destruye a Guatemala.