
El ex dictador Saddam Hussein, de 69 años, acusado de la matanza de miles de iraquíes durante sus 24 años de gobierno, fue ejecutado en la horca al amanecer de hoy en uno de sus ex centros de tortura en Bagdad, casi cuatro años después de haber sido derrocado por Estados Unidos.
Saddam llegó al cadalso sereno, sujetando un Corán con sus manos atadas, y se negó a que le pusieran una capucha. Horas después, una cadena de televisión privada iraquí difundió imágenes de su cadáver, envuelto en una mortaja blanca.
«Subió con calma al patíbulo, resuelto y valiente», relató el consejero de Seguridad Nacional, Muafaq al Rubai, testigo de la ejecución, que tuvo lugar entre las 5:30 y las 6:00 locales (20:30 y 21:00 de anoche, hora de Guatemala).
No dio «ninguna señal de arrepentimiento. Alababa a los muyahidín, alababa a los yihadistas (…) Insultaba a los persas e insultaba también a Occidente», contó Rubai a la televisión nacional Iraqia.
«Saddam dijo: ’Espero que permanezcáis unidos y os advierto: no confiéis en la coalición iraní, esa gente es peligrosa’», relató otro de los testigos, el juez Munir Haddad.
«No trató de resistir y no pidió nada. Tenía en sus manos un ejemplar del Corán, que deseó enviar a una persona. Alguien tomó el nombre del destinatario del Corán y prometió cumplir el pedido», abundó al Rubai.
«Añadió que no tenía miedo de nadie», dijo Haddad, juez de la Corte de Apelación del Alto Tribunal Penal iraquí, la instancia que el martes ratificó la sentencia a muerte del ex dictador tras un juicio cuya independencia ha sido severamente cuestionada.
La televisión iraquí, al igual que las cadenas internacionales, difundieron asimismo una secuencia de unos 20 segundos filmada durante los últimos minutos de vida de Saddam.
Vestido con un traje oscuro y una camisa blanca, el ex presidente es conducido al cadalso por dos hombres enmascarados que le colocan un pañuelo negro en el cuello, y luego una soga. Las imágenes se detienen en esta última secuencia y no muestran el ahorcamiento.
La ejecución tuvo lugar en uno de los centros de tortura utilizados por el gobierno de Saddam Hussein en Kadhamiya, al norte de Bagdad, que actualmente funciona como cuartel de los servicios de inteligencia iraquíes.
El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, se felicitó por la «ejecución del criminal Saddam», aunque lanzó una llamada a la reconciliación de aquellos partidarios del ex presidente cuyas «manos no estén manchadas de sangre».
El ex dictador, que dirigió el país con mano de hierro durante casi 25 años, desde 1979 hasta 2003, fue condenado a morir en la horca el 5 de noviembre por la matanza de 148 aldeanos chiítas en el poblado de Dujail en represalia por un atentado frustrado en su contra en 1982.
También era procesado por el asesinato de unos 180 mil iraquíes kurdos en las denominadas «campañas de Anfal» en 1987-88.
Detenido el 13 de diciembre de 2003 cerca de su ciudad natal de Tikrit (60 km al norte de la capital) por soldados estadounidenses que le hallaron en un escondite subterráneo, pasó los dos últimos años detenido en un lugar secreto.
La ejecución de los dos co-acusados del ex presidente, su medio hermano, Barzan al Tikriti, y el ex presidente del tribunal revolucionario, Awad al Bandar, fue aplazada a último momento para destacar la muerte de Saddam, explicó al Rubai.
Los co-acusados «serán ejecutados después de las fiestas del Aid al Adha», la fiesta musulmana del Sacrificio, que termina el jueves, precisó.
«Fue un proceso 100% iraquí. Sólo había iraquíes, ningún extranjero», recalcó.
También asistieron a la ejecución el fiscal general, así como un médico, un representante de Maliki y algunos periodistas.
Tanto Bagdad como Tikrit recibieron con calma la noticia de la ejecución, pero en la ciudad chiita de Kufa (sur de Irak) al menos 31 personas, en su mayoría mujeres y niños, murieron al estallar un coche bomba en un mercado, según el último balance de una fuente médica.
La ejecución fue acogida con disparos de alegría por una multitud congregada en la zona céntrica de Nayaf, la ciudad santa chiíta ubicada también en el sur de Irak. En Bagdad, se escucharon brevemente algunas detonaciones y ráfagas de ametralladoras automáticas en señal de júbilo, también en los barrios con mayoría de población chiíta.
El presidente estadounidense, George W. Bush, que dormía mientras Saddam fue ejecutado, calificó su muerte como «un importante hito» en el camino de la reconstrucción democrática en Irak, pero advirtió que podría no significar el fin de la violencia.
La ministra británica de Relaciones Exteriores, Margaret Beckett, estimó que Saddam Hussein había «pagado sus cuentas», mientras que Francia llamó a los iraquíes a «mirar hacia el futuro y a trabajar por la reconciliación y la unidad nacional». Israel, por su lado, consideró que «se hizo justicia».
La Cancillería rusa lamentó la ejecución, el gobierno palestino de Hamas la tachó de «asesinato político», Libia decretó tres días de duelo y el Vaticano la catalogó de «noticia trágica».