Eje «antiimperialista» no ve cambio


Presidentes sudamericanos reunidos esta semana en Brasil.

Liderada por el presidente venezolano Hugo Chávez y bajo el influjo del histórico lí­der comunista cubano Fidel Castro, la izquierda «antiimperialista» de América Latina no espera grandes cambios con el republicano John McCain o el demócrata Barack Obama en la Casa Blanca.


El sucesor de George W. Bush hallará al eje que forman Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador en plena consolidación de alianzas con Rusia, Irán y China en comercio o en sectores tan estratégicos como la energí­a o lo militar.

Estados Unidos vive una severa crisis diplomática con Venezuela y Bolivia, cuyos presidentes expulsaron a los embajadores norteamericanos.

Cuba, enemigo ideológico por 50 años, sigue en normalidad polí­tica pese a la enfermedad y retiro de Fidel Castro de la presidencia.

Ecuador aprobó un referendo que acelera el camino al «Socialismo del Siglo XXI», y en Nicaragua está de vuelta en el gobierno el lí­der sandinista Daniel Ortega.

Frente a América Latina, McCain acogió las lí­neas generales de Bush y afirma que las relaciones deben guiarse por el «respeto» y no por la «demagogia antiamericana», en tanto Obama promete revisar esa polí­tica, incluso los TLC, y se declara dispuesto a dialogar con Venezuela, Bolivia y hasta con Cuba.

Pero algunos expertos coinciden en que con uno u otro se mantendrán las tensiones, aún si con el demócrata la relación podrí­a ser menos conflictiva, al menos en el discurso.

«Que nadie se llame a engaño: La mona aunque se vista de seda, mona se queda», dijo Chávez sobre Obama. Aplicará «la polí­tica de la zanahoria y el garrote», añadió.

Para la analista venezolana Teresa Romero, las posiciones se endurecerán con cualquiera de los dos. «La revolución en Venezuela se nutre del antiimperialismo, no sólo en lo retórico sino en lo geoestratégico», dijo, al señalar los lazos con Rusia, China e Irán, pese a que Caracas vende a Estados Unidos 1,2 millones de barriles diarios de petróleo.

Autodeclarado «hijo ideológico» de Fidel Castro, con quien traza polí­ticas en sus frecuentes visitas, Chávez es clave para Cuba, adonde enví­a 100.000 barriles de petróleo diarios e invierte en proyectos en diversos sectores, en estrecha cooperación con el gobierno.

Luego de tres ofertas de diálogo ignoradas por Washington, el actual presidente, Raúl Castro, dice que Cuba se prepara en Defensa, independientemente del resultado de las elecciones en Estados Unidos.

Su hermano ha arremetido contra McCain y tildó de «limosna» la propuesta de Obama de quitar restricciones a los viajes y enví­o de remesas a la isla, si se mantiene el embargo que rige desde hace 46 años.

Observadores cubanos estiman que McCain no será novedad para Cuba, pero una flexibilización de la polí­tica por parte de Obama impondrí­a un reto para el gobierno de La Habana.

Para la Bolivia de Evo Morales, que estableció relaciones con Irán y acusa a Washington de injerencia y conspiración, la situación se complicarí­a con McCain porque concretarí­a sanciones que adoptó Washington tras la reciente expulsión de su embajador.

«Una posibilidad de flexibilización y cambio se abre con Obama, donde hay una visión de ser más liberal o de por lo menos escuchar los argumentos de Bolivia», dijo a la AFP el analista Carlos Cordero.

El presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien igual que Evo rechazó un TLC con Estados Unidos e impulsa comercio y convenios en energí­a con Irán, juzga «terrible» la polí­tica de Bush con América Latina, y ya le notificó que tropas de ese paí­s que operan en Ecuador deberán salir en 2009.

Nicaragua, que reconoció la independencia de Osetia del Sur y Abjasia en plena sintoní­a con Moscú, no desvela a Washington y no habrá cambio sustancial, según el analista Carlos Tí¼rnermann.

«Tal vez para los migrantes nicaragí¼enses haya una diferencia con Obama por ser demócrata, pero la polí­tica exterior será la misma», opinó la disidente sandinista Dora Marí­a Téllez.

Washington considera una «amenaza» los nexos de esos paí­ses con Irán y hace poco la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, se mofó del empeño de Rusia de ampliar su influencia en el «patrio trasero» de Estados Unidos.