Ayer publicamos una fotografía del simulacro de terremoto que desnuda la incapacidad patética y vergonzosa de las autoridades de Educación. En el Grupo Escolar Centroamericano, escuela situada en plena zona 1 de la ciudad de Guatemala, los alumnos fueron colocados debajo de los escritorios para que aprendan a protegerse a la hora de un sismo de gran intensidad y en la gráfica no sabe uno qué llama más la atención, si la sonrisa socarrona de los niños o los apolillados y desvencijados escritorios que todos los días tienen que utilizar los alumnos.
Las autoridades se llenan la boca afirmando que han hecho una excelente gestión y hasta hacen que sus antiguos subordinados del CIEN se sumen al coro de los elogios para afirmar que hay avances en la educación del país. Pero bastó un simulacro de terremoto para que se pusiera en evidencia el descuido en que están las escuelas de la capital de la República, de la misma zona central, lo que nos permite inferir cómo han de estar las de la periferia de la ciudad y no digamos las del interior del país.
Esa fotografía del simulacro debiera estar en el escritorio de la ingeniera Aceña para que todos los días se recuerde de la realidad de la educación en el país y para que dejen de vivir en el engaño. Porque suponemos que la Ministra ha sido víctima de la eterna historia del alejamiento de la realidad provocado por la cantidad de lambiscones que hay en todas las esferas públicas y que protegen su hueso elevando incienso a las autoridades, asegurándoles que todo lo hacen perfecto y que son la octava maravilla del mundo. No es difícil que los funcionarios se lo terminen creyendo, pero cuando son vanidosos y arrogantes, el riesgo es mucho mayor y creen, en verdad, que son algo fuera de serie. Y si a ello se agrega un buen coro de una prensa complaciente que también se deja deslumbrar por la parafernalia decorativa, el endiosamiento es un hecho.
Por ello es que recomendamos a la ingeniera Aceña que ponga en un marco y sobre su despacho la fotografía de los escritorios del Grupo Escolar Centroamericano, para que cuando tenga la tentación de creer que ha sido una excelente funcionaria se dé cuenta de sus grandes limitaciones y de que una cosa es lo que le dicen sus corifeos y otra la que viven cotidianamente miles de alumnos.
Teniendo esa fotografía a la vista todos los días, para recordarse de cuán mal andamos en cuestiones tan sencillas como la dotación de escritorios a las escuelas, no se puede presumir de mucho y se tendría que redoblar el esfuerzo para hacer que esa sonrisa traviesa de los patojos se nos contagie como sociedad al verlos crecer plenos de oportunidades. ¿Dejaría la Ministra a sus hijos en un colegio con tal equipo y mobiliario? Y si eso no es bueno para sus propios hijos, ¿Lo es para otros niños del país?