EE.UU. intenta limitar daños tras difusión de cables diplomáticos


Furiosa por la divulgación no autorizada de más de 250 mil documentos confidenciales del Departamento de Estado, la Casa Blanca ordenó ayer una revisión general de cómo custodian la información secreta las diversas dependencias del gobierno.


La publicación de los documentos el fin de semana por parte del sitio WikiLeaks avergonzó al gobierno del presidente Barack Obama. Las filtraciones son inaceptables y no serán toleradas, dijo el lunes el director de la Oficina de Administración y Presupuesto, Jacob Lew.

Los memorandos y documentos divulgados %u2014publicados por el diario estadounidense The New York Times, el francés Le Monde, el británico The Guardian y la revista alemana Der Spiegel, entre otros%u2014 develaron mensajes crudos que normalmente no salen a la superficie de las relaciones diplomáticas.

Mostraron la ansiedad de algunos paí­ses árabes sobre el programa nuclear iraní­, como la exigencia del rey Abdulá de Arabia Saudí­ de que Estados Unidos «corte la cabeza de la serpiente» en un ataque contra Irán.

También reflejaron las especulaciones entre Estados Unidos y Corea del Sur sobre un eventual colapso de Corea del Norte que pudiera llevar a una Corea unificada; los intentos infructuosos de custodiar uranio enriquecido de un reactor en Pakistán; y un arreglo para que Yemen haga pasar como suyos los ataques estadounidenses contra al-Qaida en su territorio.

Otros cables muestran que Estados Unidos obligó a Eslovenia a recibir a un ex prisionero de la cárcel militar de Guantánamo a cambio de una reunión de su presidente con Obama y le ofreció millones de dólares a la isla de Kiribati en el Pací­fico para que albergara a otros detenidos.

El francés Le Monde dijo que un memorando a diplomáticos estadounidenses les pedí­a que recolectaran datos sobre funcionarios de Naciones Unidas, incluido el secretario general Ban Ki-moon: contraseñas en internet, números de tarjetas de crédito, huellas digitales, fotos, ADN y escaneos oculares.

Algunos cables describen al primer ministro italiano Silvio Berlusconi como «vanidoso» y «débil», mientras que otros critican a la canciller alemana Angela Merkel por ser «reacia a los riesgos y pocas veces creativa».

Fue «el 11 de septiembre de la diplomacia mundial», dijo el canciller italiano Franco Frattini.

Más tarde, la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton se refirió a la filtración de los documentos.

«Quiero que sepan que estamos tomando medidas enérgicas para fincar responsabilidad a quienes robaron esta información», afirmó.

La secretaria habló con la prensa en medio de pausas entre llamadas telefónicas a capitales extranjeras en un intento por reparar el daño causado por la divulgación de los memorándums diplomáticos mordaces, los cuales nunca fueron escritos con la intención de ser mostrados a ojos extranjeros.

El representante Peter Hoekstra, el principal republicano de la Comisión de Inteligencia de la cámara baja, dijo el lunes a la cadena ABC que «el impacto catastrófico de esto es la ruptura de la confianza». Otros paí­ses, aliados o enemigos, dijo, se preguntarán: «»Â¿Puede Estados Unidos guardar un secreto?»»

Gran Bretaña, Francia, Australia, Irak y Pakistán criticaron la filtración. Es una «revelación irresponsable», dijo la cancillerí­a paquistaní­, mientras que el ministro de Relaciones Exteriores iraquí­ Hoshyar Zebari dijo que era «contraproducente e inoportuna».

Aunque ninguna de las revelaciones parecí­a altamente explosiva, el conjunto de la filtración causará incomodidad en numerosos paí­ses y pondrá obstáculos a los diplomáticos estadounidenses y a las iniciativas que habrí­an preferido mantener en secreto.

La Casa Blanca deploró la filtración porque, dijo, «pone en riesgo a nuestros diplomáticos, profesionales de inteligencia y a gente de todo el mundo que recurre a Estados Unidos en busca de asistencia para promover la democracia y un gobierno abierto».

Claro que la diplomacia estadounidense probablemente tenga que apaciguar a funcionarios de otros paí­ses tras conocerse que buscaba información confidencial sobre ellos, más allá de lo que se considera usual en las relaciones internacionales.

El vocero del Departamento de Estado P.J. Crowley minimizó las acusaciones de espionaje diplomático, ya que dijo que los diplomáticos sólo buscaban información para formular polí­ticas.

«Esto es lo que los diplomáticos, de nuestro paí­s y otros, han hecho por cientos de años», dijo.

La Casa Blanca dijo que los cables podrí­an perjudicar las negociaciones privadas con otros paí­ses. «Cuando las conversaciones privadas se imprimen en las portadas de diarios de todo el mundo, pueden afectar no sólo los intereses exteriores de Estados Unidos, sino también los de aliados y amigos en todo el mundo», dijo.

Los medios que divulgaron los documentos defendieron la decisión, que dijeron sirve al interés de la ciudadaní­a. El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, dijo que Estados Unidos intentaba encubrir evidencia de «abusos a los derechos humanos y otros comportamientos criminales».