La ola de atentados en Bagdad, que dejó el miércoles al menos 190 muertos -140 en un mercado popular-, pone de manifiesto la aparente incapacidad del Ejército estadounidense desplegado en el país de controlar la insurrección sunita, opinaron los expertos.
Los comandantes estadounidenses aseguran que los asesinatos han disminuido desde que se inició el nuevo plan de seguridad, con el ingreso en Bagdad de brigadas de combate estadounidenses suplementarias para ayudar a controlar la violencia junto a las fuerzas de seguridad iraquíes.
No obstante, ese plan no impide que extremistas sunitas provoquen trágicos atentados suicidas como el ocurrido el miércoles en el mercado de Al Sadriya, sector de mayoría chiita en la orilla oriental del Tigris, donde ya habían colocado un camión bomba en febrero.
El atentado fue el más sangriento y mortífero en lo que va del año. Según el último balance del ministerio de Defensa, al menos 140 personas murieron y 155 quedaron heridas.
Algunos habitantes, encolerizados, gritaron «Â¡abajo Maliki!», en alusión al primer ministro Nuri al-Maliki. «Â¿Dónde está el plan de seguridad?», clamaban.
Estos atentados sacudieron a la capital iraquí a pesar del plan de seguridad «Imponer la Ley» lanzado el 14 de febrero pasado, que prevé el despliegue en Bagdad de 90.000 soldados estadounidenses antes de la mitad del año.
Los mercados son un blanco recurrente de los terroristas, y suelen atribuirse a extremistas sunitas en la espiral de violencia sectaria contra los chiitas, que son mayoría en el gobierno y en las fuerzas de seguridad del país.
«Es difícil impedir a alguien que está determinado en matar civiles inocentes y después matarse a sí mismo», opinó Bryan Whitman, portavoz del Pentágono.
Loren Thompson, experto militar del Lexington Institute, cree que el problema es más profundo.
«Estos ataques demuestran que el Ejército estadounidense no encontró aún una solución al problema central en Irak, es decir una campaña de masacres masivas perpetradas por los extremistas sunitas», dijo.
Los extremistas sunitas han perpetrado varios atentados para desestabilizar a Irak durante la ocupación estadounidense de los últimos cuatro años.
El atentado contra el mausoleo chiita de Samarra, una ciudad sunita situada a 110 km al norte de Bagdad, ocurrido el 22 de febrero de 2006, originó la peor ola de violencia interconfesional desde la invasión estadounidense a Irak.
El Pentágono ha gastado miles de millones de dólares con el fin de proteger a las tropas estadounidenses de las bombas suicidas, cochebombas y atentados en las calles, pero no ha logrado mejorar la situación.
«Es una situación muy difícil en la que perseguimos a una liebre muy veloz», señaló el almirante estadounidense William Fallon, a cargo de las operaciones militares estadounidenses en Oriente Medio, durante una audiencia en el Congreso.
«El enemigo es muy astuto, observa nuestros movimientos para readaptar sus tácticas y aprovecharse de nuestros fracasos», explicó.
Michael O’Hanlon, experto de la Brookings Institution, estimó que jamás habrá suficientes fuerzas para poder controlar los automóviles, que luego son utilizados como portabombas.
«En efecto, la única esperanza es o impedir que los automóviles circulen en ciertas zonas o encontrar el lugar donde las armas son fabricadas», dijo.
«Cuando uno encuentra soluciones, y constata lo difícil que es llevarlas a cabo, no sorprende entonces que estemos condenados al fracaso», añadió.
Para Thompson, las tropas estadounidenses no parecen comprender suficientemente al enemigo y es por ello que los ataques se multiplican.
«Es evidente que no entendemos cómo hay que impedir que los ataques ocurran», subrayó.
«De alguna manera la presencia estadounidense podría estar empeorando las cosas, al impedir a los mismos chiitas enfrentar a los ataques sunitas», concluyó.