La escuela a menudo deja vacíos graves en la formación de los jóvenes: no educa los sentimientos, ignora la formación del carácter y desconoce el valor del dinero. ¿Qué clase de educación es esa que olvida enseñarnos a administrar los recursos? Pasamos nuestra vida preocupados por el dinero y, sin embargo, los maestros parecen distraídos enseñándonos las capitales del mundo, los ríos del planeta y el nombre de las estrellas.
Esa es la razón, quizá, por la que andamos por la calle una turba de tarados usando la tarjeta de crédito «a diestra y siniestra». Nunca se nos enseñó a ahorrar y en el banco nos comportamos como trogloditas. No sabemos hacer cheques, ignoramos qué es un presupuesto y gastamos a manos llenas. Hacemos exactamente igual como lo hizo nuestro padre (otro ignorante en asuntos económicos).
¿Y la escuela? Tranquila, sin darse cuenta del mal que nos ha hecho. Total, también los profesores y los directores (muchos de ellos) son brutos económicos, víctimas de los agentes de seguro, los prestamistas, los bancos y las instituciones financieras. Tanta ignorancia nos vuelve vulnerables a los prestidigitadores de números y presa fácil de los tramposos.
La educación no puede seguir así. Desde pequeños a los niños hay que hablarles del dinero, enseñarles a hacer cheques, a intercambiar bienes, inventar empresas, solicitar empréstitos y comprender el sentido de las obligaciones. Hay que visitar bancos y llevar al salón de estudio a economistas para que se vayan familiarizando con la jerga económica. Hay que enamorarlos en el tema del dinero como también enamora el maestro al hablar de dinosaurios.
Hay que dejar de ser escrupulosos y creer que el dinero es malo (el popó del diablo). Los papás deben contribuir en esto decididamente. Ellos tendrían que hablar con los niños del presupuesto del hogar, del alto costo de la vida, de los bajos salarios, la crisis y hasta de la carestía del dólar. Así, ellos comprenderán el mundo y tendrán la convicción de que el pisto no lo hace Dios bajar como maná del cielo: cuesta y hay que sudar para llevarlo a casa.
Está bien que los curas sean ignorantes del dinero (total, ellos hacen voto de pobreza y lo único que les interesa -dicen- es ganar el cielo), pero no que los jóvenes vayan por la vida ignorando una cuestión capital. No se trata de volverlos avaros y adoradores del dinero. La idea es simplemente cultivar un tipo de inteligencia sin la cual no funcionarán en el mundo. Pongámoslo así: uno puede dar vergí¼enza en los deportes y hasta ser un tonto para conducir, pero no un ignorante en el uso del dinero.
 Eduquemos, entonces, a los jóvenes para esta misión y tendrán la base para una vida mejor. Total, como dice la sabiduría popular, el dinero no lo es todo en la vida… pero ciertamente cómo ayuda para ser feliz.