Educados para competir


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La competencia entre los seres humanos es una actitud fomentada dentro de algunas sociedades. Las personas desean obtener un lugar en la vida y para ello se sugiere que los demás estorban. Este tipo de pensamiento ha contribuido a que los individuos se vean unos a otros como antagonistas, rivales y también enemigos. En estas circunstancias es difícil, sino imposible, sentir el bien del otro con placer y como una prolongación de nuestro propio bienestar.

Dra. Ana Cristina Morales Modenesi


Las mentes pequeñas y mediocres cursan con envidia y malestar por la prosperidad del otro.  Aún en momentos de crisis, en los cuales la supervivencia es cuestión de vida o muerte, la calidad que nos distingue como seres humanos ha de ser un componente intrínseco y espontáneo de la expresión de lo que nos diferencia como seres humanos dentro del mundo animal.

Los animales se destazan por un pequeño pedazo de alimento, los humanos a través del buen uso de nuestras características distintivas, podemos llegar a la conclusión que ese mismo, pequeño alimento, que nos sirve para mitigar nuestra hambre, puede ser compartido con otros. Que al dar y no siempre recibir nos convertimos en mejores personas y contribuimos al desarrollo de la equidad, la justicia y el bienestar común.

Pero esta competencia en la que nos empeñamos a vivir por decisión y también por convicción, de que es el único camino que nos queda. Nos debilita en nuestra humanidad, nos deteriora y posibilita el camino hacia nuestra muerte. Los seres humanos nacemos, crecemos, algunas veces nos reproducimos, envejecemos y también morimos. La muerte es parte normal de la vida, comienza a concretarse desde nuestra concepción, por ello no habría que tener miedo a morir, si aceptamos la vida con todas sus reglas. Sin embargo, lo que desilusiona y entristece es que lo humano del mundo muera.

Es natural que un ser humano defienda su vida, pero deja de ser humano que con tal fin dentro de las relaciones sociales se pontifique a la rivalidad, la competencia y la agresión entre unos y otros. La competencia tal vez nunca deje de existir, pero si enfocamos esta actitud en pro de competir con nosotros mismos una y otra vez, para lograr el refinamiento humano, tal como se realiza con una piedra preciosa, las  concepciones en el mundo cambiarían de manera notoria.  Estaríamos hablando entonces, de una civilización en la cual cada quien se esforzaría por crecer, por vivir y vitalizar lo humanamente existente. No seríamos piedras corrientes en un camino de nadie, sino que la expresión de una sociedad con luz y color en la construcción de un camino que nos atañe a todos.

No tenemos que ser rivales dentro de un mismo camino, si podemos ayudarnos a transitar el mismo, de manera que este se convierta en algo más liviano para cada quien.