En estos tiempos, como quizá en todos los del pasado, la creatividad es un valor que muy pocos se atreverían a discutir. Lo curioso, sin embargo, es que aun y cuando hay un reconocimiento casi unánime, las escuelas cultivan muy pobremente el valor. Por el contrario, parecieran darle importancia a «lo mismo», al «copy-paste» y a la reproducción memorística del saber.
Probablemente los niños nazcan con un enorme ímpetu por lo nuevo, por conocer e interpretar el mundo de manera diferente, pero la escuela se encarga de «homogeneizarlos» y ponerles el sello de garantía para, según ella, «civilizarlos» y hacerlos «normales» en la sociedad. Esto empobrece terriblemente no sólo a los niños que nacen con una vocación al infinito, sino a la misma sociedad que se priva de las bellezas de lo nuevo, lo original y lo extraordinario del horizonte.
Creo que atrás de las castraciones creativas existe un miedo por lo nuevo que impide que se desarrolle el talento de los dioses. La tendencia a conservar lo viejo conocido se impone frente al cosquilleo de la novedad, por esto se reprime y se aplasta al que intenta concebir el mundo desde otro ángulo. Tradicionalmente las instituciones han sido las responsables del hermetismo cerebral de las jóvenes generaciones. Son ellas quienes estimulan la repetición y la copia descerebrada en un mundo en que urgen nuevas propuestas.
Qué duda cabe, debe educarse a la creatividad. Hay que enseñar a los jóvenes que el mundo no sólo tiene una sola interpretación, sino muchas maneras de verlo y es obligación de ellos esforzarse por hacer nuevos planteamientos. La escuela debe castigar la repetición, la memoria y la pereza de quien no explora nuevos universos. Hay que insistir en los pequeños que transgredir intelectualmente hablando es un valor que tienen que disfrutar (si se sabe hacer) y deben practicarlo de manera regular.
Asimismo, la escuela debe ir más allá de los conceptos y las abstracciones. Debe vincular el saber con la vida y enseñar a sacar provecho del conocimiento. De ahí que sea necesario darle importancia a las competencias. No debe haber un solo saber que se quede en el aire, volando en lo supralunar sin ninguna conexión con la existencia de los hombres (la humanidad). Hay que poner de moda la inventiva y poner en entredicho las construcciones humanas.
Sobre todo la escuela debe incentivar en los niños la propia autoestima. Afirmar que el invento no es propiedad de unos pocos escogidos intelectos sobrenaturales o genios con especial bendición. No. Poner de moda la creatividad va en la línea de hacer accesible a los niños las propias posibilidades. Enseñar a desarmar (de construir) para rearmar (reconstruir). A perder el miedo por la experimentación, el ensayo y también el error. Explicar que nada se pierde si nos equivocamos que la tragedia y el mal es más bien seguir haciendo lo mismo sin apenas cuestionar.
¿No es fácil? No, no es fácil. De hecho en la educación pocas cosas son fáciles. Pero tenemos que empezar a hacer, también nosotros, nuestros propios pinitos. Hagámoslo y muy pronto veremos los cambios.