Edelberto Torres Rivas y el proceso electoral 2011


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Voy a intentar hacer un entrecruzamiento de los acertados conceptos del sociólogo Edelberto Torres Rivas y mi olfato semiológico, desarrollado en estas últimas semanas de la campaña electoral 2011, sólo para terminar dándole la razón, quien escribió ayer en elPeriódico: “asistimos a circunstancias públicas en que se habla pero no se dice nada. El retruécano vale más que un juego de palabras y adquiere sentido de verdad cuando nos enfrentamos en esta contienda electoral… Pero hablar sin decir es mentir y eso está sucediendo en Guatemala”.

Ramiro Mac Donald

 


Toda la iconósfera chapina derivada de las elecciones, es simplista, ramplona. Hay muy pocos destellos de creatividad; la mayorí­a de las piezas se quedan en el primer nivel: referencialidad del rostro del o la candidata. No hay proposiciones serias. Sólo hay perfiles y nombres por quien votar. La mayorí­a de la propaganda 2011 representa promesas vací­as, eslóganes populacheros de campaña tercermundista, cancioncitas pegajosas; más de lo de siempre. Pura estrategia machacona: a más cantidad de afiches pegados… supuestamente se iban a conseguir más votos. A más cantidad de spots en la radio o la televisión, más gente irí­a a votar por los candidatos. ¡Qué marketing polí­tico más prodigioso!
   
Eso es cierto sólo en mí­nima parte, lo demás tiene que ver con las estrategias creativas, las propuestas novedosas, de forma y de fondo, que en algunos muy contados casos se ha logrado. Pero muy contados, porque lo demás, como dice Torres Rivas, es pura palabrerí­a. Imágenes  y más imágenes sin mayor sentido polí­tico; discursos y discursos, que no dicen nada nuevo… y a veces ni siquiera nada bueno, demasiados conceptos ociosos o triviales. Muchos de los polí­ticos en campaña, están mintiendo y lo saben a cabalidad… como aquel anuncio que lo dice con toda claridad, pero –entretanto– también miente su enunciataria. Está denunciando que los presidenciables mienten y ella también lo está haciendo ¡desfachatadamente!
   
Recordemos que Geertz decí­a que todo acto humano es simbólico, factible de ser interpretado, pero es seguro que sólo aquellos que tienen capacidad crí­tica decodificarán adecuadamente este cúmulo de mensajes. La mayorí­a se “tragará” los centenares de anuncios que recibirá diariamente, sin percibir, ni connotar el segundo significado de cada uno.
   
Muchas veces, este contacto con la propaganda, es sólo a niveles inconscientes, los individuos-masa, aceptan el cúmulo de formas codificadas, que le llegan ya digeridas como flechas, e interrumpen su cotidianeidad. No analizan, sólo reciben, son receptores pasivos. Nos preguntamos: ¿Qué pasará al momento de marcar la papeleta? ¿Qué sucederá con esos minutos en soledad en la urna electoral? ¿Cómo va a reaccionar ese ser que ha sido bombardeado por todos los medios posibles?
   
¿Cuánto influirá esa “frasecita” tan resobada que sólo la familia unida salva a Guatemala y que sólo el pueblo salva al pueblo? la cual venimos escuchando y escuchando desde hace más de un año o… ¿el conjunto semántico: mano dura, cabeza y corazón… convertido en mil esquemas auditivos con ritmos pegajosos?  Es el receptor que tendrá que definirlo. Pero el dilema es que representamos a un pueblo con una débil cultura polí­tica. Somos ciudadanos de una sociedad fallida, agrega Torres Rivas. “En consecuencia, se habla mucho, pero no se dice nada y se escribe mucho también sin decir lo que se debe”, culmina tajantemente la reflexión de este hombre que entiende muy bien a la sociedad guatemalteca. 

Estos últimos dí­as del proceso electoral, se están convirtiendo en intolerables, tan así­ que ni buenos chistes han sacado los chapines, que saben reí­rse de todo.