En una célebre traducción al español de Economists at Bay, de Robert Lekachman, que llevó el título de: “Jaque a los Economistas”, y que fue publicada por una editorial chilena en los tiempos de Pinochet, el autor se centra en la poca fiabilidad de las proyecciones económicas, y las falencias que tienen las mismas, además de su uso publicitario, escogiendo las que convienen y ocultando las problemáticas.
Lekachman afirma que un problema de la profesión “es su adicción a técnicas cada vez menos relevantes para las instituciones y los intereses que determinan los precios, el empleo, el crecimiento y la prosperidad y la depresión”. Se habla entonces de cambios incrementales en magnitudes puramente económicas, a las cuales los tecnócrtatas están habituados en su entrenamiento, sin amilanarse por los desatinos de sus pronósticos.
El razonamiento que prevalece en los economistas oficiales, y en su caja de herramientas es que las recesiones son imposibles o están fuera del orden natural. En tal sentido, los escenarios se mantienen intactos “como esperando a Godot”, siendo nuestro Godot, inalcanzable por cierto, el período 2006-2007 de los tiempos de Oscar Berger.
Y todo ello viene a cuenta por el reportaje publicado en Prensa Libre el pasado lunes bajo el encabezado de: “Desempeño fue estable en 2013”. Y es que si se hiciera un análisis discursivo de los informes oficiales, el uso y abuso de la palabra Estabilidad, es tal, que pareciera ser que la mediocre tasa de crecimiento de las exportaciones es “buena”, sencillamente porque es “estable”.
Lógicamente, el análisis de Prensa Libre no revela los grandes riesgos que subyacen dentro de esa pretendida “Estabilidad”. Por ejemplo, el hecho de que el déficit de la balanza comercial haya crecido 81 por ciento en el período analizado (2008-2013), o que la brecha entre las tasas de interés bancarias se haya ensanchado, a costa por supuesto de ahorrantes y creditohabientes.
Las cifras muestran un crecimiento más que mediocre del producto per cápita, si se compara con el 2008 que fue del 12 por ciento, mientras que en la brusca recesión del 2009 pasó a una cifra negativa del 6 por ciento, para retornar tan sólo a un 4.3 por ciento en el período 2012-2013.
Mientras tanto, un indicador que se subraya es el crecimiento de las reservas monetarias internacionales, lo que sí es un éxito del modelo de ajuste estructural, que parte del trauma causado en las variables cambiarias en la época de Vinicio Cerezo, y que se propuso a viento y marea cambiar el modelo macroeconómico, para que no nos suceda lo de los venezolanos, y tengamos harto de divisas para importar, y transitar cómodamente por los supermercados y centros comerciales, con góndolas bien cargadas de papel toilet, celulares de toda clase y lujosos televisores para ver el Mundial de Futbol.
Sin embargo ya sería la hora de analizar qué hay en el fondo del ingreso masivo de remesas, principiando por el hecho de que si son producto de nuestros esforzados migrantes, debiéramos darle un uso productivo y no dedicarlas al cortoplacismo que hoy se observa en las variables del consumo, que además vienen alimentando el mercado de tarjetas de crédito como nunca se ha visto.