«Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste. Así que suelta amarras. Navega lejos del puerto seguro. Atrapa los vientos alisios en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.» Mark Twain, homenaje en su Centenario
Echando la vida. Esta modesta frase encierra para mí un tremendo significado, más viniendo de un inmigrante. Recientemente conversaba amenamente con un ciudadano brasileño sobre su maravillosa capacidad en la cocina, en algún momento de la conversación, con la mirada fija en el suelo, como queriendo arrastrar recuerdos o construir proyectos me dijo: «El inmigrante emigra pa»echar la vida, pa»alcanzar los sueños».
Una vez más vino a mi cabeza aquel maravilloso programa que realizamos con el buen amigo y académico guatemalteco, sociólogo de formación, Germán Albornoz, cuando conducía el programa Análisis Internacional en Radio Universidad, hablamos sobre la inmigración turca en Alemania y juntos escudriñamos en el complejo tejido social que la inmigración turca ha formado en la Alemania moderna.
Los movimientos migratorios en su mayoría inician como fenómenos económicos para paulatinamente transformarse en fenómenos sociales complejos, que se enraízan y que conlleva aparejado el análisis jurídico, político, cultural, religioso entre otros. El migrante, adicional a su aporte económico, genera nueva legislación, obtiene derechos, genera incidencia política, transforma el rostro social.
Las oleadas de inmigración turca hacia Alemania se documentan desde la época de la postguerra con la llegada de «mano de obra» para apoyar el proceso de reconstrucción, concretamente a principios de los 60 y mediados de los 70 (1961-1973), el segundo ciclo se documenta entre 1983 y 1985 (proceso de reunificación familiar), el tercer ciclo 1986-1990 (desestabilización en la Europa del Este y los Balcanes).
Para intentar entender de mejor forma el fenómeno migratorio turco le sugiero ahondar en el análisis de los siguientes aspectos: 1) el rompimiento de la emigración cíclica o de rotación (llego, trabajo, ahorro y retorno) motivado, entre otros, por factores políticos y económicos internos en Turquía; 2) el incremento de la emigración femenina que propicia matrimonios y por ende la formación de familias y el nacimiento de nuevos ciudadanos; 3) la incidencia política (presión interna en Alemania) y la intención de Turquía de ingresar a la UE; 4) la relación comercial turco-alemana (Alemania es el principal socio comercial de Turquía) y finalmente, 5) un elemento en extremo importante, la integración cultural y religiosa (2,300 mezquitas y escuelas públicas con 100% de alumnos de origen turco).
La incorporación plena en la sociedad alemana moderna, la seguridad social en termino de prestaciones, el desempleo, en algunos casos la marginalidad motivada por el abandono de actividades agrícolas y desplazamientos a centros urbanos, también requiere un análisis.
De igual manera habrá que analizarse el proceso de radicalización religiosa y la intolerancia en ambos lados, en ese sentido expone el investigador Ernesto Mila: «El Islam en la tierra de Lutero» al tiempo que realiza un análisis interesante sobre el tema y la vinculación de los Lobos Grises y los grupos de cabezas rapadas en esta radicalización.
He deseado esbozar someramente un tema que requiere de un análisis muchísimo más profundo, a lo mejor por separado y como un ensayo se podría presentar más desglosado.
Para mí, no importa el contexto y la realidad, el migrante es un héroe, un doble héroe, sostiene dos economías, sale en busca de su sueño y en algunos casos resulta atrapado en una pesadilla.
Ricardo Arjona, en su intervención en la Universidad de Harvard, me dejó una gran lección: «El que emigra tiene dos problemas, uno, que piensa en la tierra que deja, la idealiza, y otro, que construye en la tierra que asume como propia, esa dualidad duele». Yo insto a cualquiera que lea mi columna a continuar echando la vida por el sueño, no importa cuál sea.