Durmiendo con el enemigo


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Ante la brutalidad del crimen organizado y su poder corruptor, la debilidad de las instituciones del Estado y el “beneficio social” para las comunidades que derraman los criminales, han surgido las voces que gritan por dormir, convivir o cohabitar con el crimen organizado. Esta idea de “arreglarse” con el crimen es muy antigua, la intentaron italianos, gringos, colombianos, algunos mexicanos y muchos otros. Donde se intentó, los criminales se volvieron una institución y las instituciones un instrumento a su servicio.

Mariano Rayo

 


Más allá de la argumentación moral o legal, lo central es dilucidar si esto es práctico y pertinente. Para determinar lo anterior se necesita saber si es posible mantener al crimen organizado controlado y limitado sin confrontarlo. Para esto se debe determinar si se trata de un fenómeno estático que no se expande o si se trata de un fenómeno creciente y contagioso. Si es lo primero se tendrí­a que aceptar que las teorí­as sobre coexistencia y arreglos con los criminales son razonables. Sin embargo, basta revisar y conocer la evolución del problema en los casos de Colombia, México y Centroamérica, o comparar la fuerza que tení­a el crimen organizado en Guatemala hace 5 o 10 años con la que está mostrado ahora, para concluir que se está frente a un fenómeno criminal expansivo y contagioso, con enorme poder corruptor que debe ser contenido por el Estado.

En Colombia es en extremo difí­cil hallarle ahora defensores a la idea de la convivencia con el crimen organizado y es bastante universal el reconocimiento de que el Estado reaccionó de forma tardí­a frente al problema. Los costos de esa reacción tardí­a implicaron más violencia durante más tiempo y una contaminación profunda de la polí­tica, de la contrainsurgencia, la insurgencia y de los poderes centrales. Es importante diferenciar el tema de la droga del crimen organizado. En Colombia el comercio de drogas puede haberse reducido o continuar igual, lo central es que los poderes criminales han sido reducidos y con ello la violencia empezó a disminuir.

Hace 11 años en Guatemala nadie imaginaba que podí­an llegar a estar en peligro de ser un Estado cooptado a causa del crimen organizado. Ahora el crimen organizado es el problema y el Estado ha perdido autoridad sobre buena parte del territorio.

Otro grave problema que se genera al afrontar al crimen organizado y del cual se tiene que tener suma claridad si se habla de confrontarlo, es la violencia que se genera como acción y reacción. Ya hoy leemos a “expertos” analizando que por culpa del Estado se han incrementado los actos violentos provenientes del crimen organizado, hasta los más ingenuos que señalan que se puede actuar contra el crimen organizado evitando la violencia. Muchos analistas consideran también que el aumento y la expansión geográfica de la violencia, es un indicador del crecimiento del poder de los criminales. Es decir, que se ha establecido una relación mecánica entre la violencia como manifestación del problema y el problema mismo del crimen organizado. El supuesto serí­a a mayor violencia mayor poder y esto no tiene lógica, la violencia es una manifestación de una situación conflictiva con varias aristas.

Hay que señalarlo con toda claridad, enfrentar estructuras criminales poderosas que han arrebatado soberaní­a al Estado sin usar la fuerza es cuantitativamente imposible. En sentido cualitativo no es posible aplicar estrategias sofisticadas con instituciones de seguridad primitivas. La idea de una estrategia sin violencia supondrí­a que se cuenta con instituciones fuertes y eficaces y con altos niveles de respaldo ciudadano a la autoridad del Estado. Pero nuestro escenario es el contrario: instituciones de seguridad débiles, ineficientes y corruptas sin soporte ciudadano frente a organizaciones criminales fuertes y violentas que gozan hasta de complicidad social. Existe un conflicto en el cual el Estado necesita usar la fuerza para someter a grupos criminales armados. En ese marco no era posible prescindir de la fuerza, al menos no en una primera etapa.

Por lo anterior, rechazo enérgicamente cualquier llamado o insinuación de que se debe negociar o dormir con el crimen organizado, y que hay que prever el  incremento de la violencia, si efectivamente hay decisión de erradicar al crimen organizado.