El primer ministro británico, el laborista Gordon Brown, concedió hoy que había hecho «errores» al proponer medidas fiscales que perjudicaban a los sectores más pobres, en vísperas de elecciones locales en Inglaterra y Gales que constituyen la primera prueba de su liderazgo.
El desempeño económico del gobierno de Brown y esa impopular reforma fiscal son dos de los temas centrales en las elecciones municipales de mañana, en las que están en juego 4.500 concejales y, sobre todo, la Alcaldía de Londres, que ocupa desde 2000 el laborista Ken Livingstone.
En sus declaraciones a la BBC, un día antes de los primeros comicios en el Reino Unido desde que Tony Blair dejó el poder en junio de 2007, Brown reconoció que había cometido «errores» al proponer «dos medidas» en su plan fiscal que eliminaban los beneficios para los más pobres.
Pero intentó defender los logros de su gobierno, en momentos en que todos los sondeos confirman que las elecciones locales en Gales e Inglaterra se celebran en un momento muy difícil para los laboristas y para Brown, cuya popularidad empezó a caer unos meses después de remplazar a Blair.
La nacionalización del banco Northern Rock, la reforma fiscal y otras medidas impopulares como su propuesta de extender el período de detención de sospechosos de terrorismo – que Brown reiteró el miércoles ante el Parlamento que piensa mantener-, han erosionado la popularidad del jefe de Gobierno.
Los últimos sondeos sugieren que si se celebraran elecciones generales ahora, el líder conservador David Cameron le ganaría por 14 puntos al jefe del Ejecutivo británico, que es visto como un líder indeciso, además de ser poco carismático.
Esta cifra refleja el gran terreno perdido por el líder laborista, que en setiembre del año pasado, tres meses después de asumir el gobierno, llevaba tal amplia ventaja a los tories que contempló incluso adelantar al otoño (boreal) pasado las elecciones generales, que deben celebrarse en el 2010.
En este contexto, la batalla por Londres entre Livingstone y el conservador Boris Johnson ha centrado todas las miradas, convirtiéndose en un termómetro de la política nacional.
Loa analistas opinan que si Livingstone pierde Londres, como sugieren algunas encuestas, eso debilitará incluso más al Nuevo Laborismo y a Brown, cuyo futuro como primer ministro podría empezar a ser impugnado dentro de su propio partido.
El analista Tony Travers, profesor del London School of Economics, confirma que «si un partido pierde la base de gobierno local, eso lo afecta luego en la consulta nacional», por lo que ganar Londres es crucial para los dos grandes partidos dominantes de la política del Reino Unido.
Esta vez – que es sólo la tercera desde 2000 que los londinenses acuden a las urnas para elegir al jefe de la capital británica -, deberán elegir entre dos personajes polémicos, que no son representantes tradicionales del partido que representan, cuya disciplina no suelen acatar.
En los comicios de Londres, la última palabra la tendrán los votantes de los otros candidatos, que tienen derecho a designar a un segundo favorito en el momento de votar.
Serán por ende los votantes que respaldan a candidatos minoritarios – al liberal demócrata Brian Paddick, que se sitúa en un lejano tercer lugar, o al del partido verde o a los de agrupaciones de extrema derecha o extrema izquierda – quienes decidirán con su segundo voto si el alcalde de Londres entre 2008 y 2012 será Livingstone o Johnson.