DULCES CONFUSIONES


Confundí­ tu voz con los dulces murmullos del arroyo cristalino, cuando recién ha nacido allá en la montaña lejana e indómita…


Creí­ que tus ojos eran dos estrellas gemelas que, prendidas en el terciopelo oscuro del firmamento, parecí­an hacerme guiños desde el infinito…

Tomé tus cabellos por una cascada de pétalos de flor hermosa, la que caí­a directamente de las nubes, y la brisa agitaba tiernamente…

Pensé que tu piel estaba hecha de alas perfumadas de mariposa, a cuyo suave contacto la luz del sol, el viento y el agua se estremecí­an de emoción…

Imaginé que eras un ángel, un sueño, una visión…

Eras tú, mujer virtuosa, y a tu vista mi alma se llenó de amor por ti, y de gratitud a Dios por la inspiración que tuvo al crearte.