«La confianza en la bondad ajena es testimonio no pequeño de la propia bondad». Michel de Montaigne.
El título de este artículo ha sido escogido de tal manera que las personas que sufren de un trastorno paranoide de personalidad sepan que, nosotros los profesionales de salud mental, sí podemos comprender el dolor que acarrea una vida ligada a la desconfianza, a los celos, a la inseguridad y a la sensación de permanecer siendo mortificados por la vida.
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El trastorno paranoide de la personalidad ha sido clasificado entre los trastornos de personalidad del Grupo A (trastornos raros o excéntricos). Donde hay un predominio de la desconfianza excesivo o injustificado, suspicacia, hipersensibilidad y restricción afectiva.
Freeman en 1988 describe algunos pensamientos que predominan en la mente de las personas con trastorno paranoide de la personalidad, entre los cuales se encuentran los siguientes: 1. «La gente tiene intención de dañarme»; 2. «Si confío en la gente, tendrán ventaja sobre mi»; «La gente intenta fastidiarme o irritarme»; «Yo no estoy mal, ellos están mal»; «Si alguien me insulta, debo castigarlo»; «Hay que estar siempre en guardia, preparado para lo peor»; » Transigir es rendirse»; «Tengo que evitar la intimidad, ya que estar cerca de alguien implica que me encuentren mis puntos débiles y me hagan daño»; «Si estoy alerta tendré el poder y ellos no podrán dañarme».
Estas personalidades carecen de confianza básica y son incapaces de reconocer sus propios sentimientos negativos hacia los demás. Otros síntomas incluyen: preocupación por motivos ocultos de las personas, expectativa de ser explotados por los demás, incapacidad para colaborar, aislamiento social, baja autoestima, desapego y hostilidad.
A lo que se debe su dificultad en crear vínculos interpersonales estrechos. Generalmente no pueden apreciar su propio funcionamiento en las situaciones de conflicto y suelen proyectar sus sentimientos de paranoia en forma de enojo hacia los demás.
Otto Kemberg, famoso psiquiatra de origen chileno alemán, incluye al trastorno paranoide de la personalidad entre los de estructura limítrofe inferior: esto en parte tiene que ver con que estas personas dividen al mundo de manera simplista en objetos buenos y malos. Es decir siempre habrá alguien con quien contar para protegerse, pero al mismo tiempo de quien salvaguardarse.
La compañía de otras enfermedades tales como cuadros depresivos, ansiedad, trastornos del sueño, cuadros delirantes, como, la sensación de que están siendo perseguidos, controlados por otras personas, es frecuente; además se asocia al desarrollo de cuadros clínicos de esquizofrenia, pero este trastorno, no es sine qua non de la misma.
En la práctica clínica algunos trastornos obsesivo/compulsivos también pueden confundir al médico tratante con el diagnóstico de un trastorno de personalidad paranoide o un trastorno delirante.
La culpa que manejan las personas que padecen de un trastorno de ansiedad o de personalidad obsesivo/compulsivo genera sentimientos persecutorios. Las personas se observan de igual manera, visualizadas por el mundo que les rodea y perseguidas por «la lucha entre el mal y el bien».
No se encuentra una explicación específica del origen de este trastorno de la personalidad, pero éste es referido a las esferas biopsicosociales. Lo cierto es que una idea paranoide ha sido descrita con cierto sustrato dentro de la realidad.
El tratamiento suele ser prolongado, pero ello no ha de decepcionarnos, en muchas otras enfermedades psiquiátricas o no, también el tratamiento es largo sino de por vida. Es bueno infundir esperanza y ayudar a las personas a ser objetivas en tanto al cumplimiento y satisfacción de sus necesidades más cercanas.
En muchas ocasiones los psiquiatras hemos de recurrir al uso de fármacos, acompañado a la psicoterapia en la cual la conformación de vínculos y el trabajo orientado hacia el fortalecimiento del sentido del yo y de la confianza básica son fundamentales, en la recuperación y adaptación de la persona a la vida y a las circunstancias de su existencia.
Estar conscientes que cada persona tiene una distinta percepción de la realidad, y tratar de comprenderla es más fructífero que negar o minimizar las circunstancias que se nos plantean.