Dudas por Fidel


Video. Imagen del video que fue transmitido esta semana en donde aparece el presidente cubano Fidel Castro, y su par venezolano, Hugo Chávez.

La imagen de un Fidel Castro más recuperado, aunque aún frágil, irrumpió sorpresivamente esta semana en la pantalla del televisor y abrió la interrogante de un retorno al poder del lí­der cubano.


En ropa deportiva y de pie, Castro reapareció con su estrecho aliado, el presidente venezolano Hugo Chávez, durante seis minutos. Lucí­a un aspecto más saludable y habí­a engordado con respecto al 28 de octubre, la última vez que fue visto en un video, aunque articulaba con dificultad.

Las imágenes fueron difundidas el martes, un dí­a antes de que se cumplieran seis meses de gobierno provisional de Raúl Castro, a quien su hermano Fidel entregó el mando de la isla el 31 de julio, cuatro dí­as después de ser operado por una hemorragia intestinal.

El video impactó, no sólo por el simbolismo de la fecha, sino porque fue difundido tras una lluvia de versiones contradictorias sobre la condición de Castro, de 80 años, sin que los cubanos tuvieran, hasta ese momento, una declaración oficial directa.

Los rumores arreciaron cuando el diario español El Paí­s publicó que Castro estaba «grave» después de tres operaciones en un informe publicado el 16 de enero, que fue calificado de infundado por el médico español José Luis Garcí­a Sabrido, quien examinó a Castro en diciembre en Cuba y descartó un cáncer u otra enfermedad maligna.

«Decí­an que Fidel se estaba muriendo pero no, estaba de parranda (…). Es terco y ha mostrado una notable mejorí­a», dijo Chávez el jueves en Caracas, al evocar el encuentro con Castro.

Aunque el video acalló rumores de gravedad, es casi imposible tener certeza sobre la evolución de la enfermedad de Castro, que extraoficialmente es una diverticulitis y está considerada secreto de Estado.

A pesar de las últimas imágenes, miles de personas consideran en Miami que está cerca la desaparición de Castro y 37 organizaciones adelantaron el jueves sus proyectos para conmemorar el dí­a en que muera, en la Calle Ocho de esa localidad estadounidense.

Aunque Castro reiteró lo que declaró en diciembre, que su recuperación «no es una batalla perdida», no dio indicios de un posible retorno al poder.

El presidente del Parlamento de Cuba, Ricardo Alarcón, afirmó que un regreso de Castro a la presidencia dependerá de su «evolución post-operatoria», aunque La Habana insiste en que en Cuba no hay «transición» ni «sucesión», sino continuidad.

La prolongada ausencia pública de quien ha gobernado Cuba durante casi medio siglo hace pensar a analistas, diplomáticos y funcionarios de Washington que no podrá retornar a sus funciones, al menos con la energí­a y omnipresencia de antes.

«La transición post-Fidel ya está en camino», opinó Julia Sweig, del Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Washington.

«Es posible que siga al tanto de los asuntos cotidianos pero ya no recuperará ni el papel ni el ritmo de trabajo de antaño», indicó Janette Habel, experta en Cuba de la Escuela de Altos Estudios para Latinoamérica, con sede en Parí­s.

El jueves, en ví­spera del 45 aniversario de la vigencia del embargo de Estados Unidos contra Cuba, Alarcón descartó cambios importantes en la polí­tica estadounidense con respecto a La Habana.

Tras la difusión del video, el secretario de Comercio, Carlos Gutiérrez, de origen cubano, rechazó un proyecto de ley bipartidista para flexibilizar el embargo.

Para disidentes cubanos la difusión del video no cambia la situación en el paí­s. El disidente moderado Manuel Cuesta Morúa estimó que si Fidel Castro vuelve a asumir un papel protagonista «los cambios van a ser más lentos que con Raúl».

«El retorno como antes es impensable, pero la reaparición tiene (el) significado simbólico de que todas las polí­ticas que él implantó siguen en vigor y el general Raúl Castro no ha cambiado ni una coma», dijo a la AFP el opositor Elizardo Sánchez.

Mientras se tejen todo tipo de hipótesis, los cubanos se concentran en resolver sus problemas cotidianos, pero con incertidumbre sobre su futuro.

«Aquí­ nadie sabe lo que va a pasar. Yo quiero que la cosa mejore, quiero tener un negocito propio, pero tampoco quiero perder lo bueno de la revolución», dice a la AFP un camarero de 32 años.