Drama urbano 9


A pesar de ser lisiado de la mano izquierda salvó la vida de sus tres hijos, y haciendo un esfuerzo sobrehumano participó en el rescate de tres niños más que estaban bajo grandes cantidades de piedra y lodo. Sin embargo, cuando recuerda que tres niños y una adulta no sobrevivieron a la tragedia se le humedecen los ojos, baja la mirada y se le entrecortan las palabras.

Edwin Marroquí­n Navas
enavas1313@yahoo.com

Desde la mañana del sábado 1 de junio los vecinos de la colonia La Cruz, al final de El Gallito, zona 3, pasaron temerosos puesto que la lluvia fue incesante y saben que esto provoca deslaves. Cada invierno, habitar a orilla de barranco, significa jugarse la vida.

A las siete de la noche escucharon un ruido fuerte. Las casas se estaban cayendo y la correntada arrastraba piedras, lodo y palos. Era momento de correr y salvarse. Pero el suelo estaba fangoso. Los gritos de mujeres, niños y adultos pidiendo auxilio se escuchaban en todas direcciones.

«Me da tristeza recordar. Por las noches le doy gracias a Dios porque logré salvar a mis hijos. Cuando recuerdo los gritos de mis vecinos pidiendo auxilio me dan ganas de llorar, puesto que quise ayudarlos pero no me dieron las fuerzas», dijo Ventura Flores, un padre que con mucho esfuerzo construyó una casa al final del barranco de la zona 3.

Mi casa era lo único que tení­a y que les habí­a dicho a mis hijos les quedarí­a para que vivieran, ahora no tengo nada puesto que todo se perdió, comentó.

Desde la trágica noche, él y su familia habitan en un albergue ubicado cerca del Cementerio General, donde les proporcionan alimentos, bebidas y empleados del Estado llegan a jugar con los niños.

«En otras ocasiones hemos abandonado la casa, pero regresamos. Sabemos del peligro que corremos, pero qué vamos a hacer. Los alquileres son muy caros y con lo poco que gano no me alcanzarí­a para pagar. Por eso he arriesgado a mi familia, pero ahora ya no podremos retornar porque la casa quedó en el aire. Es imposible vivir allí­», agregó mientras con un pañuelo se secaba las lágrimas.

Los encargados del albergue nos han tratado bien y nos asisten con lo que pueden, enfatizó. «Pero nadie nos ha dicho a dónde nos vamos ir a vivir. Somos varias familias las que perdimos todo. Ni ganas de ir a trabajar me dan, porque pienso en esa noche del sábado y escucho los gritos en mis oí­dos, a pesar de que sé que ellos están muertos», afirmó Ventura.

Los vecinos de Colonia La Cruz, hicieron una colecta y compraron los féretros para sepultar a sus vecinos fallecidos. Quienes están en el albergue esperan que las autoridades encargadas de la reconstrucción los tomen en cuenta puesto que han pasado siete dí­as y nadie les ha dicho hasta cuándo les darán cobijo, bebida y comida.

Este es un drama más, pues se sabe de muchos otros ocurridos en diversas poblaciones. La tormenta Agatha devastó al paí­s, lo despedazó y puso a la vista, otra vez, la vulnerabilidad de los que habitan en barrancos, cercaní­as de rí­os y cerros deforestados.

¿Para qué escribir lo que otros ya redactaron? Que no existen planes de emergencia, que las autoridades reaccionaron tardí­amente, que la Conred solo implica gastos onerosos, que de nada servirá hacer un simulacro de terremoto y tanto más…

Y lo único que le pude decir a Ventura fue que era un héroe, puesto que supo accionar en el momento de crisis. Que se sintiera satisfecho de haber salvado a sus hijos y contribuido a permitir que tres niños vivan.

Va mi admiración, también, a los cuerpos de bomberos y rescatistas que han hecho y están haciendo una labor increí­blemente humana.

* Nuestra tormenta.- «El agua, el viento, dicen, golpeó las casas durante mucho rato. No quedó nadie en la amplitud de las calles, sino los árboles y los faroles. El cielo desahogó toda su tristeza de golpe. Ahora está tranquilo, claro como el vuelo de una sonrisa. Húmedas están las avenidas, como un labio después de un largo beso», Otto René Castillo.