Dos pro occidentales frente a Rusia


Postura. El presidente de Georgia, Mikheil Saakashvili (I) junto a su par ucraniano, Victor Yushchenko durante una visita a un museo sobre la ocupación soviética en Tbilisi.

Uno es muy mesurado, el otro más radical, pero ambos comparten un mismo objetivo: el presidente ucraniano Viktor Yushenko y su colega georgiano Mijaí­l Saakachvili sueñan con integrar a sus paí­ses en Occidente y salir de la órbita rusa.


Héroes de las «revoluciones» populares que los llevaron al poder en 2004 en Tiflis y en 2005 en Kiev, los dos hombres son hoy en dí­a estrechos aliados, con frecuencia aislados entre las otras repúblicas ex soviéticas, que tienen gobernantes más leales a Moscú.

Los dos han vuelto a abogar esta semana en Tiflis por la adhesión de sus paí­ses a la OTAN y a la Unión Europea.

Ambos presidentes también tienen «miedo de Rusia», que «practica una polí­tica coercitiva», con guerras comerciales y energéticas, contra sus vecinos de la ex Unión Soviética demasiado independientes, señala el analista Michael Emerson, del Centro de Estudios de Polí­tica Europea (CEPS) en Bruselas.

Estos dos aliados, a la par que amigos -Yushenko es padrino del hijo menor de Saakachvili- no se encuentran en la misma situación para plasmar su ambición.

«Saakachvili es dueño y señor de su paí­s, Yushenko está a la defensiva en el suyo», resume el politólogo ucraniano Volodymyr Fesenko.

Al contrario del presidente georgiano, que cuenta con gran respaldo popular, Viktor Yushenko no es nada popular y le cuesta mucho, con sus poderes reducidos, rechazar los persistentes ataques de un Gobierno dominado por los pro rrusos.

El enemigo de la Revolución Naranja en 2004, Viktor Yanukovich, primer ministro desde agosto de 2006 con competencias reforzadas, y su mayorí­a pro rusa, ya han obstaculizado el proyecto de una entrada rápida en la OTAN, que quiere el presidente.

El factor personal también influye en la polí­tica internacional, subraya Fedor Lukianov, jefe de la redacción de la revista Rusia. «Saakachvili es un ’hombre ariete’, dispuesto a atravesar paredes para conseguir su objetivo. Yushenko no es muy combatiente, es más hombre de compromisos», dice. «Es confuso y pierde tiempo», resume Emerson.

Los ucranianos están divididos entre el oeste nacionalista y el este rusófilo, una parte de Georgia mucho más homogénea. «Un 60% de la población ucraniana desea unas relaciones amistosas con Rusia, así­ que Yushenko tampoco puede permitirse ataques muy violentos contra el Kremlin, al contrario que Saakachvili», señala Fesenko.

Si la posición de Yushenko es más difí­cil, también ilustra la apertura del juego y la competencia polí­tica en Ucrania y la acerca más a Europa. En cambio, en Georgia la oposición tiene más cortapisas.

«El progreso polí­tico es gradual, está basado en compromisos», estima Lukianov. En Georgia, en cambio, el monolitismo levantado por la mano de hierro del presidente Saakachvili «es Rusia», con un poder cada vez más autoritario, según el periodista.

Las perspectivas occidentales de Ucrania y Georgia -con poblaciones de 47 y 4,5 millones de habitantes, respectivamente- son inciertas. Ni la OTAN ni la Unión Europea muestran prisa alguna a la hora de concretar calendarios de adhesión para esos paí­ses.

La alianza ucraniano-georgiana como alternativa al predominio ruso podrí­a reforzarse ahora que Moscú multiplica las crisis con las repúblicas ex soviéticas, incluidas las cercanas como Bielorrusia.

«La polí­tica del Kremlin empuja a estos paí­ses hacia Occidente», señala Lukianov.