Dos padres daneses salvan a Papá Noel



Papá Noel, que hace un mes estaba en la miseria en Groenlandia, sonrí­e de nuevo gracias a la generosidad de dos padres de familia daneses, lo que le permitirá responder a las cartas de decenas de miles de niños que le escriben del mundo entero.

Santa Clos, que no tení­a un centavo en noviembre, veí­a impotente como las cartas procedentes de Europa, ífrica, el continente americano, Asia y Australia se amontonaban en su correo de Nuuk, la capital de la isla más grande del mundo.

Sus gnomos desertaban uno a uno, y por primera vez en 30 años, los niños que le habí­an escrito corrí­an el riesgo de no recibir respuesta.

Al enterarse de esto, dos padres de familia, Jon Flintholm, 32 años, y Jakob Lundbek, de 35, decidieron «hacer algo» para remediarlo.

«Cuando nos enteramos de que Santa Clos cerraba, nos dijimos que habí­a que hacer algo. Era imposible ver al Papá Noel original en quiebra», confí­a Jon Flintholm, padre de tres niños de 1, 3 y 11 años.

En 2002, el gobierno local de Groenlandia, un territorio danés en el Artico, decidió dejar de subvencionar a «Julemand»(Papá Noel).

La empresa de telecomunicaciones Tele Greenland tomó la posta con su «Fundación de Papá Noel de Groenlandia» y, con un presupuesto de 1,2 millón de coronas (160.857 euros) al año, se puso a financiar las actividades de Santa Clos, vitrina de la promoción turí­stica de Nuuk.

El año pasado, sin embargo, la Fundación cerró, dejando a Papá Noel «en la miseria y muy triste», cuenta su secretario Anders Laesoee.

Instalado al borde del fiordo de Nuuk, con su buzón gigante color rojo, la oficina de correo de Papá Noel, en forma de cabaña, que cada año trata entre 40 mil y 50 mil cartas, este año debió cerrar sus puertas.

Cada año, en diciembre, grandes y pequeños, degustando pasteles a la canela, «glogg» (vino caliente) y bebidas gaseosas desfilaban ante el correo esperando ver a Papá Noel, mientras adentro unos 30 voluntarios trabajaban al acercarse Navidad para que los niños recibieran una respuesta personal y la mano de Santa Clos.

A miles de kilómetros de distancia, Jon y Jakob, propietarios de una agencia de empleo interino en Aarhus (centro), decidieron hacerse cargo del pago de las tarjeteas postales, estampillas y otros gastos de funcionamiento del correo.

«No podemos salvar a todos los niños del mundo del hambre y de la miseria, pero podemos hacer felices a algunos que esperan una respuesta de Papá Noel», explica Jon. «Â¿El dinero? No hablemos de eso», señala Jakob.

Gracias a su generosidad, el Papá Noel del Polo Norte ha recuperado la sonrisa y promete responder a todas las cartas, incluso las tardí­as, antes de embarcarse, el 24 de diciembre, en su trineo, como siempre.