Con el desparpajo que le ha dado el favor de los políticos con los que ha hecho negocio, el señor Luis Gómez en su calidad de Vicepresidente de la Asociación de Empresarios de Autobuses Urbanos, dice que no entiende por qué se le da tanta importancia al proceso que se sigue contra la entidad que dirige el Transurbano. Simple y sencillamente hay dos mil millones de razones o, si quiere datos más exactos, dos mil cuatrocientas treinta y seis millones de razones porque esa es la cantidad de quetzales provenientes de los fondos públicos que él y sus socios se han embolsado en los últimos ocho años.
Transurbano es un gran negocio patrocinado por funcionarios del gobierno anterior que pagaron así el favor que les hicieron los transportistas durante su campaña y el día de las elecciones realizadas hace cinco años. Por supuesto que cualquier cosa que ocurra con ese negocio es de interés público y debiera haber hasta más fiscalización y control, porque no puede ser que una suma de ese calibre se maneje simplemente con base en los reportes que presentan los transportistas a Finanzas y ésta los recibe como buenos para hacer las liquidaciones correspondientes.
Inflar el número de buses circulando es moco de pava y práctica común desde que se implementó el subsidio allá en los años ochenta cuando en el gobierno de Lucas García se dispuso evitar el alza en el precio del pasaje compensando con fondos públicos a los camioneteros. El negocio se ha convertido de tal manera en dependiente del subsidio que los dueños de camionetas se las entregan a los pilotos para que éstos hagan su sueldo como puedan, porque lo que importa no es el ingreso por el pasaje, sino el cheque del subsidio a fin de mes.
Lo inaudito es que no se le haya dado tanta importancia a este tema durante tantos años y que los ciudadanos hayamos visto con tanta indolencia cómo se levantan miles de millones de quetzales de dinero que podría y debería servir, por ejemplo, para combatir la desnutrición infantil que cobra tantas vidas. O, si no se tiene sentido de solidaridad y a la gente le importa un pepino la suerte de la gente más pobre, por lo menos para invertir en mejorar los sistemas de seguridad en el país para disponer de Policía eficiente y de cárceles seguras donde los presos estén presos en vez de montar allí su centro de negocios para dirigir al crimen organizado con la coartada perfecta porque nominalmente están presos, aunque anden en la calle en carros blindados.
¿Ya ve, don Luis, que es fácil entender por qué hay tanto interés en ese trinquete?
Minutero:
Con el más absoluto descaro
y actitud propia de ofidio
dice que le resulta muy raro
que se metan con el subsidio