Dos en moto


Por fin terminamos el año 2009, para mí­ uno de los más frustrantes perí­odos de nuestra historia en donde no caminamos rumbo al progreso y desarrollo sino todo lo contrario, muchos malos pasos, tantos, que llegaron hasta extraviarnos y en vez de avizorar un mejor destino, sentimos como si la democracia se nos estaba yendo de las manos. Como siempre he dicho, los números no mienten y por más ilusorios que se puedan ver, guardo la esperanza porque algún dí­a la gente que toma las decisiones trascendentales, los aprecien o estimen en su exacta realidad y no haciéndose más vanas ilusiones.

Francisco Cáceres Barrios

Pero si en algo salimos trasquilados, fue en materia de seguridad ciudadana. Los asaltos, los robos de celulares, como arrancar bolsas o mochilas que tan de moda están ahora, es cosa de todos los dí­as, a pesar que el año que está por terminarse nuestras autoridades se tornaron intransigentes para imponer la prohibición de dos en moto. A alguien se le ocurrió la idea, convenció al Presidente, este a sus ministros y tantos serviles funcionarios más pusieron manos a la obra, contra viento y marea, pasándose sobre la razón y en perjuicio de la gente más necesitada del paí­s se obligó a que dos en moto no viajaran más, sentenciándolos de ser la causa de choferes asesinados y muchos delitos más.

Con el principio de «este macho es mi mula», se hicieron y deshicieron chalecos, se impusieron cascos y se obligó a que Juan el mensajero, no podí­a llevar a su trabajo a la Marí­a su mujer, porque eran sospechosos, peligrosos y hasta desestabilizadores de quienes dicen proteger a los pobres. Pasó el tiempo y ¡otra vez! los números siguieron sin mentir. Al 19 de diciembre se informa que 87 es la media mensual de delitos cometidos desde motocicletas. Según las dudosas estadí­sticas policí­acas indican que en febrero de 2009 se cometieron 182 asaltos y en octubre habí­an bajado a 103, por cierto ninguna reducción drástica.

Aunque las excusas abundan, se ha demostrado otra vez que con solo decretar sanciones o prohibiciones no se resuelven nuestros problemas. Para el eficaz combate a la delincuencia esto es menos suficiente. Es forzosa la coordinación y efectividad de labores preventivas de toda especie. Hacer lo contrario serí­a como esperar que con aumentar policí­as o radiopatrullas el crimen se pueda contener. ¿De qué han servido, no los vemos abriendo la boca por todas partes y practicando la corrupción, mientras tienen las unidades estacionadas? A mí­ me consta, no me lo contaron, en la calle he visto a un solitario motorista con chaleco y casco asaltando a una confiada dama detenida frente al semáforo, como a una radiopatrulla llena de policí­as haciéndose los babosos llevando enfrente a dos en moto, sin chaleco, sin casco y con una pinta que para qué les cuento. ¿Qué nos espera para el 2010?