Juan B. Juárez
«Sueños colectivos» es el título de la nueva serie de pinturas de Doniel Espinoza que actualmente se expone en la galería Vimarco y que es el resultado no sólo de las derivaciones formales y temáticas de sus anteriores series «Escalera a los sueños» y «La casa mágica» (comentadas en este espacio en marzo de 2008 y julio de 2009), sino sobre todo del desarrollo orgánico de un lenguaje plástico en trance de ampliar su campo de aplicación y sus capacidades de comunicación más allá de la simple descripción de objetos reales o imaginarios, y que ahora incursiona conscientemente y con más propiedad en el ámbito de las significaciones profundas. En esta nueva serie, en efecto, el aparentemente inocente juego imaginativo y poético que el artista realizaba sobre valores fundamentales de nuestro modo de vida, como la familia y el hogar como espacios propios del ser humano, ya no se da sobre el terreno «unidimensional» de las certidumbre morales y estéticas sino sobre el subsuelo de las dudas, las angustias y los temores que minan la inocencia de las apariencias, la bondad de las intenciones y la tranquilidad de los sueños.
En esa dimensión de profundidad en la que ahora la imaginación de Doniel Espinoza construye sus amables escenarios metafóricos, la escena que claramente se representa en el primer plano proyecta sobre el fondo sombras incongruentes y ambiguas que dejan adivinar en la acción otra verdad y otras intenciones que precisamente la versión explícita trata, sin éxito, de conjurar. Sin duda a esto obedece que en esta serie el artista se demore más en describir la actitud de juego y abandono con que los personajes asumen las actividades rituales que realizan mecánicamente, mientras deja entrever que su imaginación o sus preocupaciones los sitúan en otro lado, en otra cosa. Ese otro lado y esa otra cosa son las nubes y las sombras. Pero el espacio que se abre entre las apariencias y las sombras, entre la consciencia y la inconsciencia, entre la realidad y la imaginación no es simplemente el de las profundidades psicológicas, de la ironía crítica, de la ambigí¼edad moral o la cesura que existe entre lo real y lo imaginario, sino propiamente el terreno del ineludible sentimiento de finitud y vulnerabilidad -el cimiento de sombras- sobre el que el ser humano edifica sus creencias primigenias, proyecta sus sueños más altos y edifica sus obras más ambiciosas.
Al llegar a este punto de desarrollo simbólico y conceptual la obra de Doniel Espinoza ha dejado de ser la colección fortuita de imágenes estéticamente afortunadas en torno a temas más o menos interesantes y casuales y se convirtió en una especie de texto o discurso fluido y coherente que discurre sobre el mismo asunto cuyo significado va más allá de lo local y lo actual, pues toca puntos que son sensibles para todo el género humano. Pero si el texto que componen los «Sueños colectivos» de Doniel Espinoza puede ser comprendido más allá del ámbito loca, tampoco es casual que surja precisamente en este crítico momento que atraviesa la sociedad guatemalteca. Y es que lo que más profundamente tienen en común todos los seres humanos no es el orgullo por sus obras y su cultura, la seguridad en sus creencias o la fe en su fututo sino la incertidumbre de su destino. En ese sentido las imágenes que componen la serie «Sueños colectivos» provienen de ese profundo en el que flotan, temblorosos, todos nuestros sueños y todas nuestras certezas.