De aparecer apareció
pero en una lista de desaparecidos
Nicanor Parra
mcordero@lahora.com.gt
Roberto Obregón fue un poeta guatemalteco que destacó en la década de los 60. Había nacido el 13 de noviembre de 1940, en San Antonio Suchitepéquez, Mazatenango. Estudió Derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala; entre 1958 y 1960 recibió cátedra de Flavio Herrera. Publicó sus primeros poemas, intitulados ’Los versos del alfarero’.
En 1961, obtuvo una beca para estudiar en la Universidad Patricio Lumumba, de Moscú, en donde siguió cursos de filosofía; de esa etapa, logró un doctorado en 1967. Viajó por varios países de Europa, y hasta 1968 fue que regresó a Guatemala.
Se integró al grupo recién formado «Nuevo Signo», que se había reunido para poder publicar los poemarios de sus integrantes. Obregón, anteriormente, había publicado varios de sus poemarios en la Unión Soviética, siendo traducidos a varias lenguas de esa nación. En Guatemala, publicó en 1969 «El fuego perdido».
En enero de 1970, el grupo «Nuevo Signo» había logrado publicar un libro en conjunto. El 28 de marzo de 1970, Roberto Obregón viajó a San Salvador, invitado por el grupo poético de ese país «Piedra y Siglo» para dictar algunas conferencias.
El 6 de julio del mismo año, la salida de Roberto Obregón quedó registrada en la aduana de salida de El Salvador, pero jamás se tuvo registro de él en la entrada de Guatemala; desapareció en ese breve intervalo de la frontera. Recientemente, seis días atrás, Manuel Arana Osorio había tomado posesión, augurando así las masacres de su período.
Roberto Obregón jamás apareció, pese al esfuerzo de sus padres por encontrarlo, pues él no era diputado al Parlamento Centroamericano (que ni existía para entonces) y las muertes de guatemaltecos en El Salvador o viceversa no merecieron tanta bulla como la muerte de los representantes salvadoreños.
Recién cumplido un nuevo aniversario de su desaparición, vuelve a sonar la pregunta: ¿Dónde está Roberto Obregón? Por el momento, ante las dificultades de encontrar respuesta, nos limitamos a buscarlo en su poesía. (http://diarioparanoico.blogspot.com/)
RESURRECCIí“N
Cristo se fue desprendiendo del madero
quedóse con los clavos con las espinas
retoñando ya en las manos y en la frente
volcía robustecido de crímenes y leyendas
milagros y amenazas de destrucción y advenimiento
Allí mismo nos sentamos a jugar a los dados
yo apuesto a la vida pronunció serenamente
y yo por qué no voy a apostar a la vida respondí
(sonreí malquiciosamente si le llevaba ventaja)
Yo tiré AFIRMASTE ser el camino la verdad y la vida
Mas indicastevía irreal no contando la crueldad
mas en el primer encontrón pusiste la otra mejilla
aunque en ciertas cosas claro poseías la razón
y para rematar a tus amigos preferiste la muerte
cada quien reconoce su lugar y le señalé la cruz
juguemos entonces apostemos la eterna moneda
antes de descender y precipitarme en el gólgota
cara me apresuré y él no tuvo más que decir CRUZ
y el hacha de un abismo nos separó a los dos
í‰l halló en una orilla y yo desde aquí clamoreaba
YO MISMO ESCOGí ESTE MUNDO Y AGUANTARí‰
NADIE ME MANDí“ YO SOLITO COMO CUALQUIER CRISTIANO
El viento solamente el viento allá en el fondo
arrancaba tierra a los pies de la alegoría
ya no quiero saber nada nada nada me alejaba
con el dolor y los sueños de barro del hombre
y la historia toda del que se llame Juan o María
En pasando tres días al disiparse la bruma
la cruz surgió desnuda así como antes del símbolo
fresca y olorosa a árbol derramando sombra
se le durmió Adán a la cabeza informó la prensa
y a teletipo difundieron el rumor entre la muchedumbre
En menos de lo que canta un gallo
en los amplios dominios de Jehová
en plenas narices le reventó un foco guerrillero
comandado por el hijo de un carpintero
(El fuego perdido, 1966)
UNCIí“N
Reduciré mi palabra
a una gota de agua,
la depositaré en la hoja
humedecida de tu lengua,
en tu sabroso paladar.
Y enmudeceré, contento.
(La flauta de ígata, 1968)
PROLONGACIí“N DE LA NOCHE
No me niegues que a veces,
al despertar,
quisieras refugiarte nuevamente
debajo de mis manos,
quedarte quietecita, apenas
respirando,
convertida en la misma huella
de la noche.
(La flauta de ígata, 1968)
Mis manos,
mis pies,
a los grandes sueños
habéis encadenado.
Mi corazón, mi sangre
he plantado con tu queja,
mis ojos
llenos de visiones
mis manos
llenas de guijarros.
Mis manos,
mis pies,
a los grandes sueños
habéis encadenado
habéis encadenado…
(El aprendiz de profeta, 1965)