Domingo, 2 de junio de 1963


No es por casualidad u ocurrencia que en un dí­a como hoy traiga a cuenta algo de lo más importante que aconteció en 1963 en lo nacional e internacional. El paí­s lo gobernaba el coronel Enrique Peralta Azurdia, como consecuencia del golpe militar del 30 de marzo mediante el que depuso al general Miguel Ydí­goras Fuentes.

Ricardo Rosales Román
rosalesroman.cgs@gmail.com

Se estaba, entonces, ante un gobernante de facto que lo que decidí­a lo hací­a mediante decretos leyes, imponí­a sucesivos estados de sitio y toques de queda. La persecución polí­tica, la cárcel y torturas a los enemigos del militarismo golpista, a los lí­deres sindicales y estudiantiles, a los intelectuales democráticos y progresistas y al campesinado, ocurrí­a permanentemente. Lo anterior no quiere decir que sus antecesores, a partir del 27 de junio de 1954, no hayan sido ni represivos ni contrainsurgentes. A seis sucesivas juntas militares de gobierno, a Castillo Armas, a González López (en cierta forma), a Flores Avendaño y a Ydí­goras Fuentes, corresponde la responsabilidad de darle continuidad al clima de represión y terror gubernamental que se implantó a partir de la intervención extranjera al paí­s. A Peralta Azurdia, la de institucionalizar la contrainsurgencia como polí­tica de Estado. Uno interpreta y describe lo que acontece durante un año o en un mes o en una semana o en un dí­a, por lo que le antecede y el contexto. Lo que acontece en un año, en un mes, en una semana o en un dí­a, explica, a su vez, lo que sucede después. En lo internacional, tuvo lugar importantes acontecimientos que le dan cierta singularidad e importancia a 1953. Destacan, al menos, seis. El 11 de abril, el Papa Juan XXIII promulgó su trascendental encí­clica Pacen in Terris en un cuadro de tensión y tirantez internacional agravada. Juan XXIII falleció 53 dí­as después, el 3 de junio, es decir, mañana hará 47 años. En Addis Abeba, la capital de Etiopí­a, el 28 de mayo se fundó la Organización de la Unidad Africana (OUA) de tanta importancia para el afianzamiento y consolidación de la lucha de aquellos pueblos y paí­ses hermanos por su independencia. El 28 de junio, la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó el Vostoc 6 con la primera cosmonauta del mundo, Valentina Tereshkova, héroe de la Unión Soviética. En Washington DC, el 28 de agosto, Martin Luther King pronunció su célebre discurso Tengo un sueño. El 22 de noviembre, en Dallas, Texas, era asesinado el 35avo presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. A la fecha son más las dudas que las respuestas respecto a qué hubo detrás del magnicidio, quién o quiénes lo cometieron e instigaron y a qué pudo deberse. Y un 10 de octubre, fallecí­a la cantante Edith Piaf, sin lugar a dudas, una de entre las muchas voces emblemáticas de las que Francia, con justa razón, puede enorgullecerse. La situación actual del paí­s en nada se parece a la que prevalecí­a hace 47 años, aunque persisten serios peligros que ponen en grave riesgo la estabilidad y gobernabilidad y de manifiesto lo vulnerable que se es ante los imprevisibles embates de la naturaleza. Apenas este fin de semana la población guatemalteca fue afectada por una catástrofe natural de graves, dolorosas e indignantes consecuencias. Y digo indignantes porque una catástrofe de tal magnitud golpea más duramente a quienes están expuestos a sufrirlas y cuyas causas son la marginación social y la exclusión, la imprevisión institucional y la falta de una polí­tica de Estado que ponga término a semejante injusticia y abandono. La arena que arrojó el volcán de Pacaya, en horas de la noche del jueves, literalmente ennegreció las calles y avenidas de la capital, los lugares aledaños al área de la erupción y aún a cientos de kilómetros del lugar. A mí­ me parece que viene a ser como un aldabonazo más que, a su vez, presagia lo que podrí­a pasar más adelante si no se toman las previsiones que, por lo menos, disminuyan la vulnerabilidad en que está la mayorí­a de la población guatemalteca. La tormenta ígatha, que ingresó por la Costa Sur del paí­s el viernes, complica aún más las cosas y en ningún momento hay que hacerse a la idea de que a estas horas ya pasó lo peor. Voltear la mirada para otro lado no es lo que corresponde. Es el momento de iniciar la verdadera y real reconstrucción del paí­s. Hacia allí­ hay que dirigir el esfuerzo principal. Ante semejante tragedia, la acción solidaria y social, une y compromete, fortalece. De lo contrario, vamos a seguir siendo responsables, todos, por lo que no se fue capaz de prevenir y empezar, de verdad, a arreglar. Y no es por casualidad u ocurrencia, como lo digo arriba, recordar el año de 1963. Hace 47 años, el domingo 2 de junio, en un hermoso dí­a de primavera, contraje nupcias con Ana Marí­a, mi compañera de toda la vida. Juntos, los dos, al lado de los hijos y los nietos, sabemos que el deber solidario y social es el más alto y humano compromiso ante los demás. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/