El viernes en Ciudad del Cabo ante Uruguay, Raymond Domenech arranca su segundo y último Mundial al frente de Francia, cuatro años después de perder la final en Berlín y dos después del fiasco de la Eurocopa-2008, al que siguió un vía crucis para los «Bleus».
El 9 de julio de 2006, en la capital germana, hasta el cabezazo de Zinedine Zidane en el pecho a Marco Materazzi el técnico francés se veía cada vez más cerca de la Copa del Mundo –los italianos parecían exhaustos–, pero todo cambió de golpe.
El gesto alocado de «Zizou» eclipsó por un tiempo las críticas que luego hicieron blanco en Domenech.
La opinión pública acogió la idea de que los líderes del plantel –Zidane, Vieira, Makelele, Sagnol, Thuram– habían tomado las riendas del equipo para llevarlo hasta la cima, sin dar mucho crédito al trabajo de Domenech.
Ahora, la etiqueta de que Domenech no ha ganado nada, salvo un anecdótico torneo de Esperanzas de Toulon con la juvenil, cuelga en el cuello del hombre que será reemplazado por Laurent Blanc al término de Sudáfrica-2010.
El ex defensa comenzó a vivir su infierno el 17 de junio de 2008, con la eliminación en primera ronda de la Eurocopa-2008 (1 empate y 2 derrotas, 6 goles encajados y apenas 1 anotado), y pocos minutos después de su eliminación pidió la mano de su pareja vía TV, cuando la prensa esperaba su «mea culpa».
La federación, ignorando la candidatura espontánea de un Didier Deschamps apoyado por sus ex compañeros de la gesta del título mundial de 1998, lo mantuvo en el puesto.
La polémica se reavivó el 5 de agosto de 2008, cuando Domenech declaró en el diario L»Equipe: «La gente que piensa que un seleccionador, un entrenador, y yo mismo en particular, puede ser puesto bajo tutela, es estúpida o está privada totalmente de lucidez».
La FFF estuvo al borde de la explosión cuando los Bleus se estrellaron 3-1 en Austria en su primer cotejo de eliminatorias mundialistas.
El término «guillotina» y «olor a sangre» se leían en la prensa de forma corriente cada vez que jugaban los Bleus.
Gourcuff y Ribéry lo salvaron en Rumania, cuando Francia perdía 2-0 y logró empatar.
Un año después, Domenech pudo saborear la clasificación el 18 de noviembre, cuando Thierry Henry bajó una pelota con la mano para luego centrar hacia William Gallas y lograr un empate que dio el boleto a Sudáfrica ante Irlanda, en repechaje.
El viernes pasado, Francia pareció haber tocado fondo con su humillante derrota 1-0 frente a China, 84 de la clasificación mundial, en su última presentación antes del debut contra Uruguay.
Pese al papelón, Domenech, de 58 años, que acababa de superar el récord de Michel Hidalgo al sentarse 76 veces en el banco de los Bleus, se contentó con decir que «simplemente es una prueba, ahora entramos en la realidad», tras haber recorrido un vía crucis de Berlín a Ciudad del Cabo.