Quienes hemos vivido un terremoto sabemos la desgracia que se abatió sobre Haití, país caribeño que sufrió uno de los más intensos movimientos telúricos de la historia y cuyo frágil Estado no tiene capacidad para reaccionar ante la dimensión de la desgracia. Ni siquiera la ayuda internacional que se empieza a volcar generosa puede ser administrada eficientemente para que llegue a los más necesitados porque la única fuerza confiable del país, que es la presencia de Naciones Unidas, también quedó golpeada mortalmente con el sismo.
El terremoto haitiano, a diferencia del nuestro, fue tan devastador y catastrófico que aun las edificaciones más firmes cayeron, no digamos la enorme cantidad de viviendas precarias que son propias de la pobreza que es la nota más característica de ese hermano país. Los muertos se cuentan por decenas de miles y hay funcionarios que hablan de más de 100 mil fallecidos y desaparecidos, pero en estos momentos lo único cierto es que no existe siquiera la capacidad para estimar con alguna precisión esas cifras porque lo primero es concentrarse en tratar de rescatar a los vivos que permanecen entre los escombros. Guatemala, país que sufre también problemas de pobreza, tiene que tender la mano generosa a Haití en estos momentos porque pocos pueblos como el nuestro para saber lo que es el drama de un terremoto y pocos como el nuestro para entender cuán importante es la ayuda internacional. Nosotros la recibimos generosamente en 1976 y ahora es momento de que devolvamos a un país hermano nuestra solidaridad y cariño para mitigar en mínima parte su enorme e inconsolable sufrimiento. Tenemos serios problemas internos y temas que ocupan nuestra atención con urgencia, pero se impone un alto en el camino para que pensemos en un pueblo que está en peores condiciones que el nuestro y que sufre mucho más. Un pueblo que no tiene aliento ni para tender la mano pidiendo ayuda y al que le tenemos que dar no lo que nos sobra, sino lo que es esencial para nosotros, en un gesto de la más profunda y sincera solidaridad. Ante la fuerza de la naturaleza no hay defensa y, ojo, no estamos libres de sufrir algo parecido. Afortunadamente en los últimos tiempos se ha liberado algo de la energía telúrica en nuestro país, pero expertos temen que podamos sufrir algún gran sismo. Siquiera por eso, pensando en que hoy por ti y mañana por mí, los guatemaltecos tenemos que ser ahora los más generosos y decididos para ofrecer nuestra ayuda a los haitianos.