En mi artículo de anteayer me refería a la generalizada actitud de sumisión de los guatemaltecos ante arbitrariedades y corrupciones del poder político y público y de los abusos de grandes corporaciones con los consumidores y usuarios, habiendo citado varios casos para ejemplificar mis asertos.
Al parecer, aunque la mayoría de los guatemaltecos despotricamos contra la clase política e imprecamos entre dientes a los empresarios millonarios a los que atribuimos el desmedido incremento de precios de cualquier producto o servicio, especialmente los que conforman la canasta básica, no pasamos de murmurar y hasta sancionamos con el voto a los políticos y continuamos adquiriendo artículos superfluos, aceptando resignadamente lo que sucede, sin levantar nuestra voz de protesta o por lo menos de inconformidad.
Todo lo contrario está ocurriendo en otras regiones del mundo, inclusive en las extrañas del sistema capitalista salvaje, donde miles de norteamericanos han iniciado un movimiento de repulsa contra el neoliberalismo. Un artículo escrito por el analista Nicholas Kulish en The New York Times refleja en buena medida el movimiento de la “indignados†que tuvo su origen en España, a la vez que en el norte de ífrica grupos sociales derrocaron a gobiernos autoritarios.
Kulish señala que “Cientos de miles de hindúes desilusionados vitorean a un activista rural que está en huelga de hambre. Israel se tambalea ante las mayores manifestaciones callejeras en su historia. Iracundos jóvenes en España y Grecia toman plazas públicas. Sus quejas van desde la corrupción hasta la falta de viviendas accesibles y el desempleo, quejas comunes en todo el mundo.
Pero, desde el sur de Asia hasta el corazón de Europa y ahora incluso hasta en Wall Street, estos manifestantes comparten algo más: desconfianza, incluso desprecio, hacia políticos tradicionales y el proceso político de corte democrático que éstos presiden… Tienen muy poca fe en las urnasâ€.
Con frecuencia cada vez mayor –enfatiza– ciudadanos de todas las edades, pero mayoritariamente jóvenes (Chile) están rechazando estructuras convencionales, como los partidos políticos, en demanda de un sistema menos jerárquico y de mayor participación, a la vez que exigen que los gobiernos abandonen sus políticas de proteger a los millonarios.
Un editorial de La Opinión Digital, de California, afirma que hay muchos motivos para protestar en contra del actual orden económico, porque las políticas impositivas favorecen (en USA) al 1% más acaudalado del país, mientras que el poder adquisitivo real del trabajador y la clase media sigue reduciéndose; y, simultáneamente “crece el sentimiento de impotencia y frustración ante un sistema político que en estos tiempos de crisis económica protege más el interés corporativo y financiero que el de la gente comúnâ€.
Los guatemaltecos, entonces, no estamos solos en lo que atañe a la desconfianza y rechazo a la clase política y la oligarquía, con la diferencia que aquí no surge un movimiento de indignados. Seguimos dóciles y domesticados aunque persista y se acrecienten la corrupción, la desnutrición infantil, la explotación laboral, el desempleo, la violencia criminal, y sin confianza que el futuro Gobierno del partido político que fuere se desligue del perverso neoliberalismo que degrada hasta el alma de los poderosos.
(El indignado Romualdo Tishudo cita a José Saramago: -Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada para contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos).